El crecimiento perpetuo nos lleva a una situación, tanto personal como global, que a muchas personas no nos satisface.
Un poco sobre mí
Siempre he sabido que quería estudiar. Desde muy joven tuve claro que quería ser profesor de Lengua y Literatura, y durante toda mi vida me he esforzado por alcanzar ese objetivo. Carrera, máster, oposiciones y nueve cursos de trabajo a un ritmo frenético, con pandemia de por medio. Esto me ha llevado a la situación en la que me encuentro ahora.
He hecho lo que se esperaba de mí. Tenía grabado a fuego el mensaje que mis padres me transmitían: debía estudiar para no trabajar en las condiciones en las que ellos trabajaron.
Me puedo llamar afortunado porque mi familia en particular nunca me ha exigido nada, siempre he seguido el camino en el que quería estar. No quiero imaginarme cómo lo habrán pasado personas con problemas familiares, peor situación económica o un trabajo aún más exigente.
Salud mental en declive
A nivel social se nos incita a tener una carrera, un máster, sacar un nivel de idiomas, ser productivo, trabajar más, trabajar mejor. De vez en cuando sale alguien a decir que el descanso es importante, pero ese mensaje queda enterrado entre tanta exigencia.
El colectivo del profesorado al que pertenezco es uno de los sectores con mayor incidencia en bajas por estrés, una cifra que ahora mismo yo estoy engrosando. Hablo con muchos compañeros de trabajo que están en una situación muy parecida a la mía, que no piden baja porque aún aguantan. No disfrutan de su trabajo, simplemente aguantan.
Estoy seguro de que quien me lee puede trasladar esta situación a su día a día y también encontrará a mucha gente en el mismo estado. ¿Cuántas personas hay en nuestro entorno con problemas de salud mental? Ansiedad, estrés, depresión.
Esta exigencia, este hacer lo que se espera de nosotros, lo he visto también en muchos artículos de perfiles diversos con estrategias para controlar el estrés, personas que buscan el equilibro entre su vida personal y profesional.
Creo que este crecimiento personal perpetuo nos lleva a una salud mental precaria y que esto es un síntoma prácticamente generacional. Este «tienes que sacar más nota, tienes que trabajar más, tienes que trabajar mejor, tienes que, tienes que, tienes que», sumada a la situación social (trabajo precario y nulo acceso a la vivienda) lleva a muchas personas a buscar soluciones aparentemente sencillas y rápidas que prometen algunos supuestos gurús.
La tecnología empeora la situación
A esas exigencias, vamos a llamarlas «propias», tan habituales en quienes damos lo máximo posible en lo que hacemos, hay que sumar otras. Exigencias externas que, en muchos casos, se ven potenciadas por una tecnología que nos lleva a un mayor control y exigencia, tanto a nivel personal como profesional.
Responder ese mensaje, ten presencia en ese servicio, compra en esta aplicación que es más barato y llega más rápido. El avance tecnológico va, en muchos casos, en detrimento de nuestro propio beneficio: basta ver que los modelos de IA más conocidos sirven para trabajos artísticos. ¿No debería encargarse la IA del trabajo tedioso para que los humanos podamos dedicar tiempo a ese trabajo artístico?
La tecnología hace que el ámbito profesional incluso colisione con nuestra vida cuando tenemos grupos de trabajo en nuestros dispositivos personales. A los profesores el uso de la tecnología nos incita a hacer más programación, más tutorías, más informes, más, más, más.
Esto da pie a que los usuarios de grandes tecnológicas seamos big data. No hay un señor en Google que mire específicamente mis datos (aunque hay escenarios de totalitarismo en los que esto sería posible y da absoluto miedo, solo basta mirar a China y su crédito social). Esa información que cedemos alimenta una base de datos que permite ese seguimiento entre webs, esa publicidad dirigida y ese control al que nos sometemos. Las empresas tienen que estar en crecimiento perpetuo porque las empresas tienen que ganar dinero.
Las consecuencias de esto, además de la obligación de usar tal aplicación o tal servicio o que el teléfono recopile una ingente cantidad de datos, son más reales para personas con unas condiciones laborales terribles que trabajan para alguna de esas tecnológicas (repartidores con horarios inhumanos, falsos autónomos, empleados con futuro incierto). Más aún: toda esa información se guarda en unos grandes centros de datos con un impacto real en nuestro mundo. Tierra, agua, energía.
Modelos negativos
¿Cuáles son nuestros referentes? ¿Queremos ser ricos, millonarios, poderosos? ¿Quiénes son las personas más ricas y poderosas? ¿Cómo son, cómo han acumulado esa riqueza? ¿Cómo han logrado ese crecimiento perpetuo personas como Jeff Bezos, Elon Musk o empresas como Meta, Microsoft o Apple?
Hay colecciones de ropa cada semana, una ropa con una calidad ínfima fabricada por personas casi en esclavitud, o sin el casi. Compramos comida importada del otro lado del mundo sin ser conscientes del impacto que tiene ese cultivo y ese transporte. Compramos un dispositivo nuevo cada año. Y si somos un youtuber con algo de éxito, nos vamos a un país para pagar menos y tener más de todo lo anterior.
Nos pisamos nosotros mismos a nivel personal, pisamos a los demás (conscientemente por competitividad o inconscientemente por nuestros hábitos) e imitamos a personas que están donde están por pisar a los demás.
No hace falta acumular tanta riqueza para estar bien, para ser felices. Todos queremos una situación cómoda en nuestro a día a día, no preocuparnos por el dinero, pero para eso no hace falta llegar a tal extremo.
Quien busca el crecimiento perpetuo a toda costa (ya sean personas, empresas o incluso países) acaban por involucrar a otros en situaciones perjudiciales. Podemos pensar en la cantidad de conflictos que ha empezado Estados Unidos o los problemas sociales que ha provocado Facebook.
Este crecimiento perpetuo expolia los recursos del planeta, que son muchos pero finitos, y eso nos lleva a consecuencias como el aumento de brecha entre ricos y pobres, incluso en momentos tan cruciales como el confinamiento, o el cambio climático. Pero da igual. Más turismo, más cultivos, más, más, más.
En muchos de estos ejemplos podemos cambiar «crecimiento perpetuo» por «capitalismo salvaje», creo que cuadra bastante bien.
Hoy no hay optimismo
Esta idea me acompaña desde que vi la web de Small Tecnology Foundation, que en el apartado de financiación tiene un plan de sostenibilidad, que no de crecimiento. Esto contrasta muchísimo con la actitud habitual de las tecnológicas que entran en pánico ni siquiera cuando van a pérdidas, sino cuando no ganan.
Podemos alcanzar una situación cómoda con más planes de sostenibilidad, con más apoyo mutuo, cuidando los unos de los otros, siendo más amables con nosotros mismos, con nuestro alrededor y nuestro planeta.
Saber esto provoca impotencia. Ni quien me lee ni yo podemos hacer demasiado por cambiar esta situación. No tenemos poder a nivel individual y quien dirige los países y estas grandes empresas solo busca ese crecimiento perpetuo, da igual que los recursos sean finitos. Y tenemos tan metidos en el ADN los mensajes de individualismo que nos fiamos más de las empresas que de las personas.
Tan solo me queda el consuelo de dejar aquí la reflexión y esperar el momento en que la ciudadanía se organice, nos ayudemos y luchemos por un objetivo común que vaya en esta dirección.
Deja una respuesta