El pasado 20 de abril de 2022 se promulgó el Real Decreo que eliminaba la obligatoriedad de las mascarillas en interiores. Dado que nunca he hablado de la pandemia de forma directa, esta efeméride me parece un buen momento para tratar el tema.
En esta segunda entrada del año 2021. Ya escribí sobre el año 2020, y queda una tercera parte sobre 2022.
Bendito maldito trabajo
Este fue un año marcado, indudablemente, por mi trabajo. Durante el curso reflexionaba sobre ello en Tengo una relación de amor-odio con mi trabajo y, una vez terminado, en Repaso profesional del curso 20-21.
El curso 20-21 fue un año de muchísimo estrés en el que acumulé una ingente cantidad de horas extra. Vídeos, apuntes, investigar sobre temas nuevos, una revista… Aún me sorprendo cuando pienso todo lo que hice el curso pasado.
Por suerte, todo lo que trabajé me está sirviendo en el curso actual para no estar tan sobrecargado, ya que continúo con niveles parecidos.
Los ánimos
El hecho de que se cargaran las comisiones de servicio fue otro duro golpe a nivel anímico. Me recuerdo pensando que si volvía a tener tanto estrés como el curso 20-21 acabaría con una baja por estrés. Una vía de escape era esa comisión de servicio, que las quitaran no ayudó.
En relación con la pandemia, recuerdo enero de 2021 como un mes especialmente duro. Mandaron cierre perimetral en la localidad donde estaba y bastantes compañeros lo cogieron. En aquella localidad mis únicas balsas eran los paseos y los almuerzos con mis compañeros, y durante ese mes apenas pude disfrutar de ellos.
Las vacunas
No sé hasta qué punto somos conscientes del avance tan brutal que supone el hecho de habernos vacunado contra el virus que provoca una pandemia mundial en tan poco tiempo.
Tengo anécdotas con las dos vacunas. Antes de empezar, el lector debe saber que me dan bajones de azúcar con las jeringuillas. Es mi punto débil: me dan mareos solo de pensar en ellas.
La primera me la pusieron antes de empezar un puente. Por suerte, me llamaron pronto y no tuve mayores problemas. Me comí un caramelo, me fui a casa, descansé un poco y al poco estaba en carretera para ver a mi familia.
La persona que me llevaba a casa y yo estábamos bastante asustados por si nos iba a dar reacción antes de llegar a casa y quedarnos tirados en la carretera. Por suerte no fue así.
Lo malo llegó al día siguiente. Recuerdo perfectamente que todo el mundo decía estar bien en el grupo del trabajo hasta que yo dije que estaba fatal. Fue el pistoletazo de salida para que mucha gente empezara a quejarse, y me pareció algo muy simpático. Qué dolor de cuerpo, qué dolor de brazo. Por suerte, yo cuando estoy malo me pongo a dormir y paso todo bastante bien.
La segunda dosis vino tres meses después. Aún recuerdo el lío que hubo con AstraZeneca. Me preguntaron si quería Pfizer y dije que no, que terminaba con AstraChunga.
Sin embargo, esta vez tardaron mucho en llamarme y me dieron mareos antes siquiera de entrar. Cuando me pincharon fui como pude a una silla. Una compañera que estaba a mi lado hasta se olvidó de su propio mareo al verme a mí tan malo.
El día siguiente a esta segunda dosis se pasó bastante mejor que el primero, y menos mal.
Respirar en verano
De nuevo en casa, en verano, os contaba en Treintaydos que estaba fatal de ánimos. Recuerdo julio como un mes en el que apenas pude concentrarme para nada. En agosto levanté cabeza un poquitín.
Por suerte hubo cierto avance en la situación pandémica y dejó de ser obligatorio llevar mascarilla en exteriores. Eso ya dio un poco más de alegría. En agosto pude tener unas pequeñas vacaciones en casa de una compañera de trabajo, algo que me animó bastante. Durante el último trimestre del año hice también alguna excursión a algún pueblo cercano.
Destino definitivo
Cuando empezó el curso 21–22, las buenas sensaciones se cumplieron. Buen instituto, buenos compañeros, buenos alumnos. No se cumplieron mis previsiones de estrés desmedido, al contrario. Me gusta el hecho de tener un camino largo al trabajo, y me gusta el ambiente de mi destino definitivo.
Sin embargo, la situación anímica no estaba mucho mejor, lo cual me llevó a recibir el nuevo año con la misma apatía que el que terminaba. A ello contribuyó que pusieran de nuevo las mascarillas en exteriores.
Todo esto lo contaba en ¿2022? Pues también me vale, una entrada que me sirvió para hacer un buen repaso de mi situación.
Cerrando
2021 fue un año de transición. Sin embargo, puedo destacar tres aspectos: la vuelta a la Bahía de Cádiz, el contacto con mi sobrino y Radio Al compás, que me dio y me sigue dando muchas satisfacciones a nivel personal.
Deja una respuesta