El corto ‘El orden de las cosas’ y la educación pública

Echando un rato en redes sociales me encuentro con este mensaje de Maestro Salieri que a su vez enlaza un artículo suyo en El Común donde cuenta un episodio ocurrido en su instituto el pasado 25N.

Según nos cuenta, en su centro se iba a proyectar para todos los niveles el cortometraje El orden de las cosas, un cortometraje con una fuerte carga simóbila y un mensaje muy contundente respecto a ese tema. Al parecer hubo quejas y los profesores, por evitar problemas, decidieron proyectarlo solo desde cuarto de ESO en adelante.

Todo esto me ha llevado a algunas reflexiones que paso a plasmar aquí.

El corto en sí

Recomiendo a todo el mundo que invierta los veinte minutos que dura en echarle un vistazo. Como he dicho, el mensaje es claro y contundente, pero el corto tiene una fuerte carga simbólica que no dejará indiferente a nadie. El avión, el cinturón, la bañera… No hace falta mostrar demasiado para dejar claro un mensaje.

«Para evitar problemas»

El Maestro habla en su artículo de esa decisión de limitar el visionado del corto a los cursos más elevados. Y es una decisión completamente comprensible, a pesar de triste.

Los profesores, al final, somos personas con una vida y unas problemas más allá del trabajo, y muchos no quieren (no queremos) tener que enfrentar a un padre, con mayor o menor grado de intolerancia, que venga a preguntarte el porqué le has puesto a su nene un cortometraje sobre el maltrato a la mujer. La forma de evitar esto es, simplemente, no ponerlo.

Los profesores que lo estimen pueden tratar cualquier tema en su aula y afrontar las consecuencias personalmente, pero cuando es una decisión de centro el tema se complica bastante.

Yo llevo trabajando seis años y lo veo. Se toman muchas decisiones «para evitar problemas» con los padres. Lo he visto sobre todo con las calificaciones, porque supone un desgaste grande que un papá venga a hacer una reclamación formal y luego ir a la Delegación de Educación de turno donde, muy seguramente, pongan un aprobado de despacho al alumno por algún defecto de forma (posiblemente inventado) en la programación de departamento.

Para evitar estas situaciones haría falta una directiva y un claustro de profesores dispuesto a enfrentarse a las familias en lo que respecta a la educación en valores, y estar todos a una. Por desgracia, es algo muy difícil de lograr.

Subestimar a los alumnos

Sinceramente, como dice el Maestro Salieri en su artículo, no veo mayor problema en poner ese cortomentraje a todos los niveles de la ESO. A vece spensamos que los adolescentes son más superficiales de lo que en realidad son, y hay que tener en cuenta varias cosas: ellos también están en el mundo (por más que algunos se empeñen en meterlos en una burbuja), más aún en estos tiempos de redes sociales; y son muy capaces de reflexionar sobre temas complejos si se les guía en el camino. Y teóricamente esa es nuestra labor como profesores, enseñar a los alumnos a pensar.

Sinceramente creo que hay que dejar a la escuela pública hacer lo que cada centro considere oportuno. ¿Que en casa se tienen unos valores diferentes? Pues en eso consiste educar a una persona: en contrastar ideas, en hacer reflexionar al niño y que el niño, poco a poco, llegue a sus propias conclusiones.

Pero parece que últimamente a los padres les asusta hacer de padres. Ya conté ayer algunas experiencias sobre esto: muchos no quieren ver un parte. Y sinceramente no creo que para esto haya justificación: puedo entender que los padres tengan poco tiempo por sus trabajos, pero si tienen tiempo para quejarse de las decisiones en los institutos, deben tenerlo también para hacer reflexionar a sus hijos según su punto de vista.

¿Una reacción demasiado pronto?

Llevo años en contacto con este feminismo exaltado que dice que los hombres somos violadores en potencia o asesinos solo por ser hombre, y eso ha llegado incluso a los partidos políticos. Hay declaraciones de dirigentes políticos con este discurso.

Esta parte del feminismo me parece peligrosa, simple y llanamente. Pero mi visión sobre estos temas nunca son fijas, y me gusta mantener la mente abierta.

Cuando me he cruzado con el artículo del Maestro, he pensado que quizá esta reacción antifeminismo ha llegado demasiado pronto. Ahora parece que se quiere romper con esto por lo sano, que no se hable de feminismo, que de nuevo el maltrato a la mujer pase a un segundo plano.

Esto, evidentemente, es una respuesta virulenta a la virulenta subida de este feminismo que criminaliza al hombre del modo que he citado anteriormente, pero me asusta que haya llegado a los institutos demaisado pronto.

En los institutos pueden verse aún multitud de situaciones de puro machismo, muchos chavales que piensan que las chicas se ponen minifalda solo para provocar o que se ven con el derecho de cogerle el culo a sus compañeras. Cuando aún queda tanto por hacer respecto a este tema en nuestras aulas, resulta que nos encotnramos con un movimiento de padres reaccionarios que piden el PIN parental mientras no se quejan de que haya institutos privados que segregan por sexo.

Quizá esté condicionado por mi posición como docente de la pública, pero sinceramente creo que la batalla no está en la educación. El foco de esta batalla contra el feminismo extremista que criminaliza al hombre debería estar en los juzgados y en la política, pero no en la educación, porque al final el menasje que les llega a los alumnos es que no está bien poner un cortomentraje sobre el maltrato en clase, y a saber qué conclusiones se sacan de ahí.

¿Os digo una posible conclusión? Que hablar del maltrato a la mujer no debería permitirse. Y que ese es el orden de las cosas.

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