Creo (solo creo) que estoy entrando en otra fase de «relajación tecnológica» después de estar otra vez desde junio muy pegado y pendiente a temas relacionados con el software libre. Creo (solo creo) que me toca relajar la mente en este sentido, volver a ver la tecnología más como herramienta (aunque nunca podré verla así del todo, llegado a este punto) y centrarme en lo que me toca, y en las aficiones a las que me da acceso pero van más allá de los límites de la pantalla (cine, música, literatura, los cuales no había abandonado del todo pero sí en buena medida, simplemente porque me apetecía).
Creo (solo creo), después de reflexionar mucho tras ver vídeos y entradas sobre el tipo de relaciones que crean las redes sociales y de sus efectos fuera de ellas, de informarme sobre descentralización y temas parecidos, que simplemente no me apetece estar ultraconectado a la red permanentemente. Me siento realmente tranquilo sin recibir notificaciones cada poco, sin mirar el móvil y encontrarme doscientos mensajes sin leer.
Esto también es una moda, la de criticar a las tecnologías y a las nuevas formas de conectarse. Yo lo he hecho. Pero nunca he seguido modas en ningún ámbito (al menos, no conscientemente) y no he empezado por ésta: si lo hice y ahora estoy en esta situación, entre desencanto y cansancio, es por el camino al que me han llevado mis experiencias con los aparatos.
Sé que las herramientas en sí no son la causa, sino la manera de usarlas (o sea, yo). Aunque nunca me he considerado ningún tipo de adicto, he llegado a un punto en el que «dejar de usar» o «usar menos» significa «no tener la opción de usarlas». La opción de volver a abrir cuentas está ahí, pero no es tan tentadora como entrar un segundo a revisar, o mirar el móvil a ver qué se mueve por ahí. Y digo esto alejado de conspiraciones o posibles extremismos.
En estos momentos estoy muy a gusto con mi sistema GNU/Linux, OpenSuse con escritorio KDE, y con mi móvil Android con un número de aplicaciones muy reducido. Hablo con mis contactos por Jabber cuando yo me quiero conectar, y he conseguido controlar mucho mi uso de Twitter (que ni siquiera tengo en el móvil) y de Facebook. Estas dos redes se han visto en parte sustituidos por publicaciones en Pump.io, pero el uso de ésta es más pausado, lejos de la vorágine que me supone el timeline de las redes mencionadas.
Por el momento me he deshecho de WhatsApp, de Google+, de Linkedin y de tantos otros servicios, a veces movido por un apremiante afán destroyer, en otros tras preguntarme durante días por qué sigo conservando una cuenta en lugares que no me aportan demasiado y que me distraen de aficiones que me llenan más. Y reitero: el problema no es la herramienta en sí, sino la manera de usarla (o sea, yo).
A esto se une dos pensamientos más relacionados con el mundo profesional, aunque yo siempre he usado las redes sin preocuparme por ese tema. Primero, que el que espero que sea mi trabajo no requiere una presencia online tan activa como otros ámbitos. Por supuesto, ayuda, se conocen compañeros y otras visiones, se comparte del mismo modo que he hecho con otros temas durante años, etc., pero no es muy necesario. Segundo, que no sé hasta qué punto tener una presencia tan marcada en las redes ayuda realmente a encontrar empleo.
Simplemente no me apetece estar tan conectado, y ya está. Tampoco estoy incomunicado: llevo el correo electrónico siempre encima, y el teléfono tiene una opción muy bonita que es la de llamar. Quizá dentro de un tiempo me apetezca volver a una actividad online más activa, pero ahora mismo no, estoy contento tal y como estoy. Así soy yo, me muevo por fases.
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