En el principio de los tiempos fue Hotmail. Luego vino Google y trajo Gmail. Poco a poco la gente se fue acostumbrando a este nuevo habitante del cibermundo, y cada vez era más raro escuchar un correo de la vieja escuela. Hasta que en algún momento llega alguien y dice:
«Apunta. Mi-correo-electrónico arroba Fastmail punto com». «¿Cómo», dice el interlocutor, anodadado. «Fastmail. Efe, a, ese, t, como correo rápido en inglés». «¡Ah, vale!», replica tras entender el galimatías. «Qué correo tan raro, yo siempre he escuchado Hotmail o Gmail».
En estas estamos.