Me atrevería a decir que el 90% del internet de hoy en día está en manos de un número muy reducido de compañías. Sin pararme a pensar mucho: Google, Microsoft, Facebook, Twitter, Amazon, y quizá en menor medida otras como PayPal tienen una importancia crucial en nuestro día a día digital.
Para los más tecnófilos si Google cayera mañana sería una calamidad total: tienen allí contactos, calendarios, archivos, documentos compartidos, grupos de correo, círculos sociales.. Pero en el resto del mundo, el no-tecnófilo, Twitter tiene mucho calado, más aún Facebook, y mucho más WhatsApp. Estas tres tecnologías llevan años apareciendo en los medios tradicionales, y no parece que vayan a desaparecer en pocos años.
Esto estaría francamente bien si no supusieran una atadura, como se da el caso cada vez más. Grupos sociales que no ofrecen una lista de correo ni un blog, sino tan solo una página de Facebook. Es decir: que si no tienes, no puedes contactar de un modo más estándar: tienes que darle tus datos a tito Zuck. Cuando esos grupos sociales que buscan el bien para todo el mundo usan una red social centralizada donde no hay privacidad y donde, además de con tus datos, tienes que pagar con dinero real para promocionar una aplicación, no puedo evitar pensar que es una contradicción enorme.
Es muy importante recuperar el carácter descentralizado de la web en cuantos ámbitos sea posible. En el correo electrónico (no todo es Google, Yahoo o Microsoft), en mensajería instantánea (usemos Jabber, no es tan complicado), en redes sociales (aún verdes pero en camino), en el hospedaje de archivos multimedia (ojo con MediaGoblin)… Y para lograrlo es necesaria una estandarización y apostar por el software libre.
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