Voy a empezar una serie de entradas para hablar de la saga Harry Potter. Estoy acabando la saga principal, y lo cierto es que tengo muchísimo que contar sobre las novelas del niño mago. Comienzo con esta entrada, donde hablo de mi relación con los libros.
Para mí, hablar de la saga Harry Potter es hablar de mi infancia. Yo era el público objetivo de J. K. Rowling cuando empezó a publicar su prestigiosa saga en 1998 y, como buena parte de mi generación, empecé a leerla cuando aún no se había publicado el quinto libro, poco antes o poco después (no recuerdo) de salir la primera película. Los tres primeros los devoré y los disfruté muchísimo; de hecho, del tercero presenté un trabajo en la asignatura de Lengua en segundo de ESO.
Ocurrió que los libros cada vez eran más extensos y densos. El cuarto libro ya me pareció lento, el quinto se me hizo muy pesado, el sexto para qué contaros, y cuando salió el séptimo… ni siquiera me lo terminé. Mis intereses como lector estaban ya en otros géneros.
Con esta relectura me he dado cuenta de que me acordaba bastante bien de todo lo que ocurría del primer al quinto libro (sobre todo en los tres primeros, como ya he dicho), pero el sexto y el séptimo los he leído prácticamente como la primera vez. De hecho, la mitad del séptimo era, literalmente, la primera vez.
Entonces, si ya mis intereses habían cambiado, ¿por qué volver ahora?
Se han dado varias circunstancias.
Por un lado, el universo mágico de Rowling está bastante de actualidad últimamente a nivel comercial. Se publicó Harry Potter y el niño maldito, el guion de la obra de teatro que concluye (de momento) la saga principal y que, evidentemente, no lo leí en su publicación por no haber terminado el séptimo libro.
Por otro lado, el estreno de Animales fantásticos y dónde encontrarlos resultó en una película que, como también os conté ya, me encantó. Como ya es sabido, es el pistoletazo de salida de una nueva saga cinematográfica que, personalmente, me llama muchísimo la atención por explorar más del mundo mágico.
Esta película trajo consigo una reedición del libro homónimo, se han reeditado todos los libros de la saga en tapa blanda, hay ediciones ilustradas, se están publicando libros recopilatorios donde se habla de diferentes elementos, exposiciones… Vaya, que quien tenga un mínimo de interés en la saga, va se está encontrando un pequeño bombardeo de novedades.
En otras circunstancias todo esto me hubiera dado igual, pero ha ocurrido algo más. Mi renovado interés por la saga viene por mi viaje a Londres en 2016. Como ya os conté, una parte estuvo dedicada al niño mago: compramos la primera parte de la saga (en inglés, claro), fuimos a King’s Cross y terminamos con el tour por los estudios de Warner Bross.
Más aún: mi novia y algunos de mis nuevas amistades son muy aficionadas al universo Potter, se llaman «sangre sucia» unos a otros y hablan de detalles bastante frikis de la saga tanto literaria como cinematográfica.
Película, libro, Londres, amigos, un gusto antiguo por el niño mago y una pila de libros por leer que no me recomendaban emprender la lectura de una saga tan extensa. Todo estaba en mi favor para reemprender la lectura y terminar con el guion de la obra de teatro, la cual, dicho sea de paso, me gustaría ver en Londres.
Con los audiolibros de toda la saga colocados en cualquier aparato que emitiera sonido, allá que me fui a la lectura de esta apasionante saga. Y menos mal, porque si tenía que esperar a tener tiempo para sentarme a leer, esta odisea me hubiera llevado, literalmente, años. Y ya bastante tiempo dediqué a Canción de hielo y fuego.
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