En el principio de los tiempos fue Hotmail. Luego vino Google y trajo Gmail. Poco a poco la gente se fue acostumbrando a este nuevo habitante del cibermundo, y cada vez era más raro escuchar un correo de la vieja escuela. Hasta que en algún momento llega alguien y dice:
«Apunta. Mi-correo-electrónico arroba Fastmail punto com». «¿Cómo», dice el interlocutor, anodadado. «Fastmail. Efe, a, ese, t, como correo rápido en inglés». «¡Ah, vale!», replica tras entender el galimatías. «Qué correo tan raro, yo siempre he escuchado Hotmail o Gmail».
En estas estamos.
En algunos colectivos se habla de emplear las nuevas tecnologías de un modo que no solo sea un procesador de textos, sino saber diferencian información veraz de la que no lo es, saber protegerse, utilizarla en su propio beneficio y, sin embargo, muchos ni siquiera saben que existe algo más allá de Hotmail y Gmail. Quizá no te miren raro si les dices un correo de Telefónica o de Ono, pero seguramente ignoran que Microsoft ha tenido dos direcciones más después de Hotmail, como son Live y Outlook.
La de la web ha llegado hasta tal punto. No es cuestión de que todo el mundo tenga que saber lo que es un protocolo de comunicaciones, pero pensar que en el mundo hay solo cuatro direcciones de correo posibles me parece bastante representativo de la educación tecnológica de buena parte de la población. En este panorama no me sorprende para nada que triunfe una red como Twitter, que censura cuentas a placer, o Facebook y WhatsApp, con sus evidentes problemas de privacidad.
Raro es que la gente no se quede extrañada cuando les dices que pueden llamarte a PepePhone cuando ellos son Orange. O será que eso, al ser numeritos, parece todo lo mismo.
El teléfono es la única red descentralizada que tiene amplia aceptación. El correo, a pesar de su gran uso, sufre los problemas de la centralización. Chocamos con una pared muy resistente quienes intentamos difundir Jabber para la mensajería instantánea o redes sociales libres como GNU Social o Diaspora.
Es un tema preocupante que debería poner en alerta a cualquier colectivo relacionado mínimamente con la tecnología. Cada vez se hace más necesario difundir la idea de que internet nació descentralizado porque, al paso que vamos, los raros seremos quienes leemos cualquier cosa desde fuera de las grandes redes sociales centralizadas.
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