Hay mucha gente que han accedido a la tecnología hace poco tiempo, con el boom de los teléfonos «inteligentes». O, al menos, muchos han empezado a usarla con más frecuencia cuando sucedió este hecho. Y ahora los adolescentes, en lugar de pedir el Messenger para hablar con sus amigos cuando llegaran a casa, tienen todo internet en el móvil, y el móvil todo el día en el bolsillo, con la tarifa de datos activada.
No es la primera vez que se escribe sobre este tema, ni será la última. De cómo estos aparatitos, de pantalla cada vez más grande, han impactado en el día a día. Se dan situaciones que bien se podrían narrar a partir de aquella célebre frase cinematográfica…
Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Mirar el móvil en mitad de una película en el cine, mirar el móvil en el teatro, caminar con el móvil en la mano, comer con el móvil en la mano… Todo para ver un tuit, un mensaje, un correo.
La gran diferencia es que ese tuit, ese mensaje, ese correo no se perderá como lágrimas en la lluvia. Y si se pierde, pues que se pierda: el mundo puede sobrevivir cinco minutos, cinco horas, cinco días, ¡e incluso más!, sin que nosotros estemos pendientes de él.
Tenemos un grave problema cuando nosotros trabajamos para la tecnología y no al revés. Tenemos un grave problema si la tecnología nos consume el tiempo que debemos tener para nosotros o para nuestros seres queridos, lo realmente importante, que está lejos de esas pantallas.
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