Yo ya no soy el mismo.
No soy el estudiante que se ponía a trabajar a las cuatro de la tarde y a las nueve se quitaba sí o sí y conseguía tenerlo todo hecho.
Mi concentración no es la misma. Mis circunstancias no son las mismas. Las exigencias no son las mismas.
Ahora soy un trabajador adulto que tiene que llevar adelante trabajo y casa.
Por eso he decidido dar un cambio a mi día a día.
El horario laboral de los profesores es de 37,5 horas a la semana. Siete horas y medias al día. De 8 a 15.30.
Yo no cumplo con ese horario. Hay días que hago menos, hay días que hago más y hay días que hago mucho más.
Normalmente hago mucho más.
Y soy consciente de que hago un flaco favor a los trabajadores haciendo tantas horas extra en casa, puesto que se ha luchado mucho para conseguir unos derechos laborales.
Esto es una idea que he sacado de XarxaTIC, el que para mí es ahora mismo el blog de referencia sobre reflexión educativa.
¿Y si trabajo de 8 a 15.30 y ya está?
La idea es simple: trabajar esas 7,5 horas de un tirón, en el instituto, y cuando salga quitarme de la cabeza por completo el trabajo.
Es un cambio grande, porque en casa tengo mejores medios que en el instituto y estoy acostumbrado a salir cuando termina mi horario lectivo, cumpliendo solamente las 25 horas de permanencia en el centro.
Estoy en disposición de hacerlo. Mi centro no cierra. Mi departamento dispone de ordenador, y la conexión a internet ha mejorado bastante. Si no, siempre me queda compartir la conexión del móvil.
Trabajar 7,5 horas al día y olvidarme. Olvidarme del todo.
Llegar a casa y no pensar en corregir, preparar clases, plantear un trabajo o cualquier otro tema administrativo.
Llevar a casa con la mente liberada. Vivir mi tiempo libre como me merezco y como es sano hacerlo.
Desde que empecé a trabajar, mi nivel de estrés ha aumentado muy considerablemente. Me levanto normalmente a las 6.30 de la mañana, hay días en los que llego a casa a las 15.00 y por la tarde echo alguna hora más. Los días en los que salgo antes aprovecho en casa para trabajar más.
Me pasa esto o todo lo contrario: no me organizo tan bien como me gustaría, no me concentro como me gustaría, y por lo tanto no cumplo en mi trabajo como me gustaría. Tengo todo el día el trabajo en la cabeza e inconscientemente busco cualquier momento para descansar. Y eso se traduce en procrastinación.
Llevo demasiado tiempo pensando que hago mi trabajo «como pueo». Quiero pensar que hago mi trabajo «bien».
Organizarme mejor para rendir más y olvidarme del trabajo cuando llegue a casa. Yo creo que merece la pena el esfuerzo.
Lo voy a poner en práctica después de Semana Santa. Ya os contaré qué tal la experiencia.
Imagen: Pixabay, CC0
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