Un resumen profesional de 2020

Este 2020 tan extraño está llegando a su fin, y mientras escribía mi habitual resumen del año me di cuenta de que el apartado de mi vida profesional estaba quedando más largo de lo debido. Lo cierto es que 2020, Covid mediante, ha traído bastante ajetreo al trabajo, así que me parece oportuno dedicarle una entrada aparte a este asunto.

Fin del curso 19-20

El curso pasado fue marcado por el confinamiento. Empezó justo al final del segundo trimestre, las clases online se alargaron hasta final de curso. Yo empecé muy fuerte mandando tareas y trabajos, pero luego me relajé y encontré un modo de trabajo que me sirvió durante todo el proceso.

Mi sistema lo expliqué en un texto que escribí a una compañera a final de curso y que reproduzco a continuación:

Mi trabajo telemático se ha basado en tres pilares: un blog de aula, el correo electrónico y una sala de videoconferencia.

El correo electrónico y el blog son dos tecnologías que no atan a los alumnos: todo el mundo puede mirar un blog (incluso los padres) y todos los alumnos tienen un correo electrónico, aunque sea aquel que tienen enlazado en sus inseparables teléfonos móviles.

Respecto al blog, https://lenguatica.es, es un blog de aula totalmente personalizado para mis necesidades. He elaborado diferentes páginas y entradas donde iba explicando lo que les pedía a los alumnos en cada momento. En estas páginas y entradas colocaba enlaces a material teórico (dentro y fuera del blog), vídeos (alguno de elaboración propia) y las actividades, en la mayoría de casos tanto en PDF como en formato editable. Las páginas también disponen de un índice de contenidos.

Llegado cierto punto también habilité un sistema por el que los alumnos se podían suscribir al blog para no tener que entrar periódicamente, sino que las novedades les llegaran directamente al mail. La forma de enviar las actividades ha sido sobre todo hacerle foto al cuaderno y enviármelas por email. Debido a los pocos conocimientos de los alumnos con esa herramienta me ha tocado llevar a cabo una importante labor de organización, pero de este modo no los ataba a ninguna plataforma ni requería un registro extra.

El contacto por correo electrónico ha sido muy fluido con aquellos alumnos que lo han querido así. He podido recordarles actividades pendientes, enviarles información más personalizada y mantener un contacto más cercano con ellos.

Respecto a la sala de videoconferencia, elegí el servicio Jitsi Meet, que tampoco requiere ningún tipo de registro. Allí los alumnos que lo han necesitado (pocos) me han preguntado dudas y han entregado alguna actividad, como contarme una lectura (esto, bastantes más). La sala la mantenía abierta de 8 a 14.30 de lunes a viernes, siendo un lugar fijo donde tanto alumnos como padres me podían encontrar.

La carga de trabajo era tal que llegado el momento decidí mandar las tareas con un plazo muy amplio, para que los alumnos se organizaran el trabajo y yo corregirlas poco a poco.

Cuántas horas nos pasamos pegados a la pantalla… Tuve que ponerme en manos de un fisioterapeuta en cuanto abrieron para que me arreglara un poco la espalda, porque llegué a estar bastante mal.

Lástima que desde el gobierno decidieran que el tercer trimestre solo servía para subir nota. Los alumnos eran conscientes y hubo muchos que se desengancharon.

Aparte de esto, hecha la ley, hecha la trampa: muchos se aprovecharon de compañeros de cursos superiores, o de los profesores de clases particulares, o lo hacían todo con apuntes… para recuperar los trimestres suspensos. Dado que los profesores no teníamos apenas control sobre lo que hacían los alumnos, hubo muchísimo «­aprobado Covid»: alumnos sin preparación real que han llegado a cursos superiores con muchas carencias, especialmente a Bachillerato (cosa que retrata tanto a alumnos como a padres).

En el curso 19-20 se hizo lo que se pudo, y como pudimos también llegamos al curso 20-21.

Primer trimestre del curso 20-21

Este curso lo paso en una localidad diferente, y relativamente lejos de la bahía de Cádiz, con todo lo que ello conlleva: centro nuevo, nuevos compañeros, nuevos grupos, nuevas dinámicas a las que adaptarse. Aparte de esto, enseñanza semipresencial: tengo dos niveles donde los alumnos vienen en días alternos y que requieren un esfuerzo organizativo enorme.

Sigo con mi idea de ceñirme en lo posible a las 37,5 horas que nos marca la normativa, y durante este trimestre ha sido imposible. Durante septiembre me faltaron horas por trabajar, porque tardamos muchísimo en hacer el reparto de grupos y lo de la semipresencialidad se votó muy tarde.

Pero después… ay, después. Tengo acumuladas casi cien horas extras que no constan en ningún lado más allá de la aplicación que uso para controlar el tiempo de trabajo y que nadie agradecerá. Evidentemente, tampoco se cobrarán.

Y sí, sé que soy un privilegiado por poder trabajar en casa, con una jornada menor, en un centro poco conflictivo y todo lo que se os ocurra. Nunca comparo mi trabajo con los demás. Pero creo que podemos coincidir en que cien horas de más son muchas horas.

Siempre intento evitarlo y siempre caigo en lo mismo, al menos en el primer trimestre: no he trabajado para vivir, he vivido para trabajar.

Estoy a cuatro niveles educativos, algo que no me pasaba desde hace cinco cursos, y también soy tutor. Ya solo con esto tengo que hacer un gran esfuerzo por organizarme yo y organizar el trabajo de los alumnos.

He ido todo el primer trimestre «a salto de mata», como se dice por aquí: a pesar del esfuerzo organizativo inicial, he tenido que adaptarme al ritmo que exigían los grupos y a la enseñanza semipresencial.

Se ha dado el caso de que había alumnos que llevaban seis meses sin estudiar y les ha costado entrar en materia; por otro lado, la semipresencialidad les exige a los alumnos una madurez que en muchos casos no tenían.

Aparte de gestionar todo esto, al señor inspector de mi instituto le ha dado este curso por pedir más papeleo que nunca, cuando debería ser justo al revés. Me he visto rellenando papeles y haciendo gestiones que sabía de sobras que no servían para absolutamente nada, pero que debían estar hechas para ayer. Eso, evidentemente, trae como consecuencia descuidar las clases, aunque sea un mínimo, y los asuntos de tutoría.

La burocratización de la enseñanza es un problema gordo que cada vez va a peor.

A todo esto, claro, hay que sumarle las medidas por Covid: no se pueden levantar, no pueden compartir material, hay que guardar distancia (difícil en los niveles bajos), hay que desinfectarlo todo, comer el bocadillo en clase con cuidado de las mascarillas… Todo un nuevo conjunto de normas que se suman a las habituales de un instituto y que hacen de impartir las clases un reto aún mayor.

Cerrando

Por suerte, los alumnos son muy buenos de comportamiento y poco a poco van entrando en materia. Espero que en el segundo trimestre se relaje la carga burocrática y que pueda llevar las clases con algo más de tranquilidad.

Para rematar un curso tan extraño, ahora a la junta se le ha ocurrido hacer los exámenes extraordinarios de cuarto a finales de junio. Es fabuloso todo.

Como veis, un añito bastante movido en lo profesional. No me recuerdo con tanta carga de trabajo desde hace cuatro cursos, y eso que yo soy muy intenso con mi trabajo. Pero poco a poco se va sacando todo, mejor o peor. Seguimos sobreviviendo, que ya es mucho: hay compañeros que se han tenido que dar de baja por estrés con todo lo que se nos ha venido encima.

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