En esta entrada voy a hablar de feminismo, de supuesto feminismo, de etiquetas relacionadas con el género y el sexo y sobre otros temas aledaños. Seguramente exponga posturas que me hagan quedar a ojos de algunos como un machista redomado, como un opresor del sistema heteropatriarcal y a saber cuántas cosas más. Uno nunca sabe cómo tratar estos temas sin sentirse una mala persona.
No me apedreen. Todavía. Viene una entrada muy larga en la que quiero dejar constancia de algunos pensamientos, no pretendo escribir un artículo bien estructurado sobre estos temas. Seguramente tengan muchas ocasiones para apedrearme durante su desarrollo.
Yo he sido (o soy) machista
Esto es una afirmación arriesgada en los tiempos que corren. En algunos momentos he pensado que era machista. O lo soy, no sé. Puedo tener la tranquilidad de que no soy machista en el trato diario con mujeres, pero considero que sí lo he sido en ciertos pensamientos censuradores hacia ciertas actitudes que las mujeres ejercen en su libre albedrío. Cuando me ponía a pensar u otra persona me lo dejaba ver, rectificaba mi postura. Equivocarme en ese sentido me ha servido para crecer como persona, darme cuenta de mis errores. Por eso digo que a lo mejor soy machista. No me atrevo a negarlo.
Sin embargo, este hecho no me imposibilita a afirmar algo: el feminismo, entendido como la lucha por la igualdad de sexos en la sociedad, es necesario. Y, por desgracia, la mujer aún es víctima del sistema que la sociedad occidental ha vivido desde hace siglos. Aunque se han hecho muchos avances, el camino hacia la igualdad aún es largo. Hasta que no haya igualdad en el trabajo, igualdad ante la ley (es decir, cuando la discriminación positiva a favor de la mujer no sea necesaria) e igualdad en el trato no podremos decir que el camino haya terminado.
A partir de esto último hay mucho que cortar, y a ello vamos.
La situación de la mujer es más acuciante
Hace años, en mi antiguo blog escribí una entrada donde defendía que tenemos que luchar contra el maltrato en general, hacia cualquier sexo. Y aunque sigo estando de acuerdo con el fondo, otras personas me han hecho ver algo que he comprobado con el tiempo: el maltrato a la mujer tiene una presencia social mucho mayor que el maltrato al hombre (que también existe, pero de esto trataré más adelante; de momento, algunos ya tendrán una excusa para apedrearme).
Cualquiera que mire los números de las mujeres fallecidas por maltrato y tenga algo de corazón se quedará frío. Y seguramente haya más que no se han detectado. Por su rol tradicional como sexo débil, por razones fisiológicas o por cualquier otro motivo, es así. El maltrato a los hombres existe, pero ese número de mujeres asesinadas hace necesario luchar primero contra ese objetivo concreto.
Pero no solamente se trata de maltrato físico o psicológico. Se trata de la visión que la sociedad tiene de la mujer. Si se está en edad de tener hijos, no hay contrato. Si se tiene ese hijo, se ponen trabas en el trabajo. Si se es mujer, se cobra menos aunque el trabajo sea el mismo. Mujeres que tienen que soportar improperios en mitad de la calle y, para colmo, sentirse halagadas (y ni se les ocurra responder con malos modos que serán tachadas automáticamente de feminazis).
Hay mujeres que se aprovechan de su posición
Alguna vez he pensado (y esto es un pensamiento muy machista) que la mujer tiene que ser la única víctima en la sociedad actual. Muchos se te echarán encima si, como yo, argumentas que hay mujeres que maltratan a sus maridos o que aprovechan esa discriminación positiva en los tribunales para despojar al hombre con el que compartió su vida de todo cuanto posee, incluso les niegan el ver a sus hijos. Es un hecho: la mujer está ahora mismo más protegida ante la ley que el hombre. Esta discriminación positiva crea verdaderas desgracias dentro de un seno familiar en los que los mayores perjudicados son los niños.
No me atrevo a ir más allá porque no conozco datos y, de nuevo, insisto en que este hecho podría considerarse poco importante si lo comparamos con la cantidad de denuncias que hay por maltrato a la mujer. Un número muy reducido de las mismas son falsas, según un estudio.
Con este apartado, por lo tanto, no quiero justificar el maltrato, pero sí poner de manifiesto algo que ciertos sectores que se hacen llamar feministas niegan: igual que hay hombres malos también hay mujeres malas que se aprovechan de su situación. Muchas menos en comparación, de acuerdo, pero es una realidad que no debería negarse ni ocultarse.
Feminazis y hembristas
Estos dos conceptos salen a la palestra cada poco tiempo cuando se tratan asuntos relacionados con el feminismo. Ambos conceptos, aunque quizá tengan sus matices de significado, se refieren en esencia a lo mismo: las mujeres deberían estar por encima del hombre por derecho.
Desde mi punto de vista, la existencia de estos conceptos se basan en la lucha por causas relacionadas con el feminismo que no están acertadas. Como he dejado ver a lo largo de toda esta entrada, hay personas que se hacen llamar feministas que causan rechazo en sus argumentos. Algunas pueden ser abruptas y destructivas, a pesar de que en el fondo luchen por una causa justa. Otras, directamente, se confunden completamente con su lucha y focalizan en asuntos que en el feminismo deberían ser muy aledaños.
Sin embargo, personalmente he optado por no usar estas dos palabras dado que el feminismo es una causa muy seria, justa y necesaria. Tildar a algunas personas con las que no estamos de acuerdo o con cuyas formas no comulgamos perjudica al feminismo auténtico, por decirlo de algún modo.
Si no viviéramos en una red cada vez más radicalizada en la que o vas conmigo o vas contra mí, no estaría mal hablar en privado con esas personas y, si se dejan, comentarles nuestros argumentos y mejorar ambos. Quizá la persona que se hace llamar feminista entienda que el foco de su lucha debería estar en otro sitio, quizá resulta que la persona que denuncia tiene una visión machista y no es consciente.
Desde luego, atacándonos los unos a los otros no vamos a conseguir nada, y usar palabras para ridiculizar una postura no es una buena opción. Hay que tener en cuenta que que esas palabras pueden calar más en una persona que las palabras verdaderamente importantes, que son machismo y feminismo.
Los errores de ciertos sectores feministas
Aquí voy a dejarme de pseudoanálisis sociales y voy a dar mi opinión sobre ciertas actitudes que he visto a algunos colectivos feministas o que se hacen llamar como tal en cuanto a su forma de comunicarse.
Lo primero que me gustaría destacar es lo que he venido a llamar «estética de la vagina» (sustitúyase «vagina» por un sinónimo mucho menos elegante). Parece que hay cierto sector que ve un avance en mostrar fotografías de este noble aparato reproductor o de tener alguno de sus numerosos sinónimos siempre en la boca. O mejor aún: mostrar imágenes de la menstruación.
En redes sociales sigo a algunas chicas que tienen conversaciones con mucho arte sobre la menstruación y me parece completamente normal porque, después de todo, es algo que forma parte de su día a día. Pero usar imágenes desagradables o un lenguaje malsonante para intentar visibilizar algo me parece muy mala idea.
Aunque en la calle el improperio esté muy al día, en redes sociales pocas veces habré leído alusiones a los órganos reproductores masculinos (me está costando trabajo escribir así…) y sin embargo es más que común encontrarlas a los femeninos.
Otro asunto que he tratado en diferentes ocasiones y que me enfada de un modo irracional es el llamado «lenguaje no sexista». Siempre he pensado que sexista no es el lenguaje sino quien lo utiliza, y usar el femenino como género no marcado (hablar de «todas [las personas]», deconstrucción del lenguaje lo llaman algunos) o fórmulas como «todos y todas» y parecidas me parece antinatural. Pienso que lo único que consiguen estos usos es que rechinen los oídos de aquellos que hacen un correcto uso de la gramática.
Más aún, algunos optan por usar «todes», «todxs» o el más tradicional «tod@s». Esto, además de ser impronunciable, tiene un problema añadido y es que, a excepción del primero, no se pueden leer con los lectores de pantalla que usan las personas invidentes, por ejemplo. De inclusivo tienen poco, por lo tanto. «Usemos el primero», me podrán decir algunos, pero resulta que el español se basa en un sistema genérico binario y, de nuevo, intentar imponer un tercer género neutro por la fuerza solo conseguirá el rechazo de aquellos que no comulguen con la causa o que opten por un uso correcto de la lengua.
Sí, estoy diciendo que quienes dicen «todos y todas», «todes» y usan el femenino como género no marcado hablan mal. Directamente. Y por más tiempo que pase dudo que puedan hacerme cambiar de opinión al respecto.
Demasiado que estamos pasando por el aro en llamar «alumnado» a «los alumnos».
Aunque el error más grande que cometen algunos sectores, el que causa más rechazo, es llamar «violador en potencia» o directamente «violador» a un hombre simplemente por pensar diferente. Si digo que lo anterior causa gran rechazo, esto puede crear un rechazo definitivo que imposibilite todo acercamiento de aquél que es tachado como tal. Es un caso claro de supuesto feminista que no ha enfocado bien el asunto.
Etiquetas por todas partes
En este punto voy a ampliar un poco el campo y hablaré de conceptos relacionados con la diferencia entre género y sexo, algo que yo no termino de ver claro (para mí el género es puramente gramatical). Quede clara desde el principio, por tanto, mi confusión al respecto.
Si nos ponemos a mirar en algunos foros feministas hablan de «heteropatriarcado». He llegado a leer incluso que los hombres blancos heterosexuales que rondan los treinta años y que trabajan ejercen algún tipo de opresión sobre todo lo que no se incluya en ese grupo. Por el mero hecho de serlo, así sin más. Es decir: se oprime a las mujeres, a los homosexuales y cualquiera sabe a cuántos colectivos más. Estoy haciendo una simplificación, pero a mí me suena tan desquiciante como lo he expuesto.
Si uno empieza a investigar sobre el feminismo y temas afines se encontrará inevitablemente con muchísimas etiquetas para dar nombre a realidades diferentes que, según dicen sus promotores, es necesario que lo tengan. Así nos encontramos a personas que dicen enamorarse de cualquier sexo aunque solo tengan atracción sexual por uno de ellos, otros que se consideran de un tercer sexo o incluso que no tienen de eso, otros que se consideran hombre o mujer según la circunstancia…
En alguna conversación por redes sociales me han defendido que deberíamos preguntar a las personas cómo quieren ser tratadas nada más conocerlas. Yo, por mi parte, defendía que uno debe adaptarse a la forma de tratar a una persona según observara cómo se menciona dicha persona a sí misma. Es decir, si yo hablo con una mujer que se siente hombre y él se trata a sí mismo como varón, yo lo trataré como varón, posiblemente tras una pregunta de extrañeza. Pero ir (pongamos como ejemplo un estereotipo) a un hombre de dos metros con brazos como andamios y preguntarle si quiere que se le trate como mujer o como otra cosa… me resultaría extraño y violento.
Para mí la realidad en este sentido es bien simple. Hay dos sexos: hombre y mujer. Puedes ser transexual, si no en apariencia, en pensamiento. Una persona se puede sentir atraída por otra por físico o no, puede enamorarse de otra del mismo sexo o del contrario… Todo eso me da igual: yo respetaré y me adaptaré a lo que me indique a la hora de tratarla. Particularmente pienso que aquellas personas que se atribuyen una etiqueta se marcan más de lo necesario, pero si consideran que es necesario para su lucha no seré yo quien les critique. O a lo mejor es que soy un hombre blanco heterosexual opresor y lo veo todo muy fácil, no sé.
Pienso que este tipo de luchas deberían ir poco a poco. Hoy en día tenemos bastante con mejorar la situación social de la mujer y de los homosexuales, que no es poco. Si nos metemos en la transexualidad la cosa se complica sobremanera, más aún si presentamos al resto de la sociedad estas etiquetas que distinguen género y sexo. Insisto: no me parece censurable que aquellas personas que se sienten identificadas usen dichas etiquetas, pero creo que deberíamos ir paso a paso, no rizar demasiado el rizo.
Conclusión
He redactado este artículo de un modo sincero aunque provocador en algunos puntos. Espero que mis lectores comprendan que aún no tengo una visión formada sobre muchos de los temas que he tratado aquí y que, por lo tanto, en los comentarios opten por corregirme u opinar en aquellos puntos donde consideren que mi opinión no es válida en lugar de ese apedreo al que hacía referencia al principio del artículo.
No sé si soy machista pero tampoco me considero feminista. Yo opto por tratar a todo el mundo como considere que debo hacerlo, analizar mi comportamiento para ver en qué puedo mejorar y aprender de todo aquello que veo. Tendré mis fallos, tendré mis momentos de machismo no intencionado. Sin embargo, por desgracia he visto demasiado feminista o gente que se hace llamar como tal que pelea por causas que no me parecen las correctas, por lo que declararme feminista no me parecería justo para aquellos que sí defienden esta causa con criterio.
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