Te propongo un pequeño reto, lector. Cunado vayas a cualquier edificio, fíjate si los escalones tienen una franja amarilla, de cualquier otro color llamativo o, al menos, que el principio de las escaleras tengan una textura diferente, algo que avise de que ahí empieza una escalera.
Yo pensaba que esto era algo así como la base de cualquier edificio, pero resulta que cuando voy a un edificio administrativo o de reciente creación, rara vez encuentro alguna señal como las que comento.
En este aspecto mi resto visual es suficiente para distinguir los escalones en circunstancias normales, pero hay escaleras en las que es realmente difícil a la hora de bajar. Escalones moteados donde no hay diferencia clara entre un peldaño y otro o simplemente de un color liso.
Esta falta de señalización lo que me causa es una sensación bastante innecesaria de que me voy a caer por la escalera de un momento a otro y una pérdida de tiempo también innecesaria dando pasitos muy cortos para aproximarme con seguridad al principio de la escalera. Una vez empieza, si no tiene escalones en las intersecciones entre un piso y otro, es bastante sencillo.
E insisto: mi resto visual es suficientemente bueno en la mayoría de casos. No me quiero imaginar los problemas que puede tener una persona mayor o alguien con menor resto visual. Un problema que se puede solucionar con pintura o una pegatina con una textura diferente.
Por suerte, en la calle la mayoría de pasos de peatones sí tienen la textura diferente, pero es curioso ver cómo a veces los políticos se dan golpes de pecho con la movilidad (leí una noticia de un ayuntamiento que puso una rampa en la puerta principal cuando en la trasera ya había una, lástima que no logre situarla) mientras la descuidan en tantos otros pequeños aspectos igual de importantes.
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