“Hay un parque temática que cuenta la historia de España y yo quiero ir”. Allá que fuimos. Y aunque nos hacíamos una idea de qué podíamos esperar, lo que encontramos superó nuestras expectativas… no precisamente para bien.
Antecedentes
Por circunstancias de la vida acabé la primera semana de julio en Madrid. Y ya que estábamos allí (unos amigos y yo), decidimos usarlo de centro neurálgico para visitar otros lugares, entre ellos el susodicho parque.
Es importante notar que esto es un parque temático, no de atracciones. No hay ni una sola atracción, tan solo calles que unen las diferentes zonas.
Calles desangeladas
Cuando entramos al lugar nos encontramos con una de las zonas tematizadas. Y muy bien tematizadas: casas de época, trabajadores caracterizados. La primera impresión fue fantástica. Y digo bien: primera, porque una vez pasado ese lugar, buena parte del parque son calles sin asfaltar, sin decoración alguna, con algún animal colocado para hacer bonito y que malamente intentaban esconderse del sol.
Hacía mucho sol. Ya sabíamos que ir a Toledo en esas fechas no iba a ser buena idea. Nadie contaba con que, además de estar en un secarral y ser verano, nos tocaría una prodigiosa ola de calor.
Jamás estaremos lo bastante agradecidos a quien se le ocurrió poner unos postes que esparcían agua. Si no llega a ser por esos postes, muy seguramente nos hubiera dado una lipotimia. Tan agobiados llegamos a estar que nos paramos durante un rato en un banco a la sombra y perdimos un espectáculo. Ha sido uno de los días en los que más calor he experimentado en toda mi vida. Y he estado en Zaragoza en agosto.
Espectáculos bien
Pero, aunque el parque no tuviera la mejor ambientación, si los espectáculos estaban bien habría merecido la pena, ¿verdad? Pues sí, pero no.
El primero que vimos fue un espectáculo de cetrería. Mujer musulmana que se enamora de noble castellano tras presumir ambos de sus pájaros. Si digo que en el parque en general hacía mucho calor, en este lugar en particular se notaba aún más. Claro, no pueden poner toldos o gradas por las aves.
Uno que estuvo bastante bien trataba el viaje de Cristóbal Colón. Recorrimos diferentes pasillos (estos sí) muy bien ambientados y con grabaciones para sentirnos en un barco del siglo XV.
Agradecimos mucho que otro espectáculo, el que contaba la historia del Cid, fuera en un teatro cubierto y fresco. Los asientos se movían junto con los personajes, y los escenarios cambiaban. Muy vistoso.
Otros dos que estuvieron bastante bien trataban la guerra de la independencia contra los franceses y una escaramuza con los visigodos. Los escenarios móviles, los efectos especiales y las acrobacias son marca de la casa y hacían de los espectáculos algo bastante ameno de seguir.
Evidentemente, el plato fuerte era El sueño de Toledo, el espectáculo final que incluso tiene entrada aparte. Un repaso a la historia de España a partir de la ciudad y donde todos los recursos del parque se dirigen a un espectáculo magistral en lo artístico.
Espectáculos (y música) mal
Pero no todos los espectáculos estaban a este nivel. Hubo uno que consistía en pasar por diferentes personajes que te daban una clase de historia (literal: ellos hacían un monólogo con los espectadores sentados enfrente), y terminaban diciendo “de tal palo…” para que el público, hastiado, dijera “tal astilla”. Nos salimos antes.
Otro espectáculo era un guitarrista tocando. Sin más. Hubiera estado fantástico si luego no hubieran puesto música de los últimos años. Nos chirrió muchísimo escuchar a Maluma en un parque con una ambientación de los siglos XV a XIX.
Pero, ay, si los únicos problemas del parque fueran un par de espectáculos pochos o unas calles desangeladas, todavía hubiéramos salido contentos. Pero la cosa no termina ahí.
La pátina ideológica
Los espectáculos son el punto fuerte del parque, y están realmente bien en lo artístico… si uno no tiene en cuenta el pie del que cojean. A esto se une que yo estoy en un punto ideológico totalmente opuesto.
La cosa empezó a oler mal en el espectáculo de Colón, cuando escuchamos a Isabel de Castilla decir algo así: “Mando que no se maltratara a los habitantes de las Indias”. Claro que sí, guapi. A partir de ahí nos tocó contemplar cómo en el del Cid se mezclaba realidad con leyenda, una exaltación muy evidente a lo español (incluso cuando España no existía como nación) y a la religiosidad cristiana.
Los espectáculos se pueden resumir con “los españoles están aquí haciendo sus cosas y viene alguien malvado a romper su tranquilidad”, entiendo “tranquilidad” como su forma de vida (aldeanos que hacen cosas de aldeano) o la religión cristiana.
El punto álgido en este sentido es El sueño de Toledo. En un momento dado le preguntan a una niña por qué llora, y esta responde que sus hermanos se han matado entre sí. En la guerra civil. Porque eso fue lo que pasó, una matanza entre hermanos, no que un bando tomara las armas.
Poco tiempo después de mi vuelta, Putomikel sacó un vídeo sobre el parque en el que ahonda en todos los problemas del parque. Desde asuntos medioambientales y laborales (no había ni un solo actor que pasara, no sé, de los veinticinco años; decíamos que alguien con más experiencia no se dejaría engañar) hasta todos los problemas ideológicos del parque. Analizados por alguien con mayor conocimiento histórico, los errores y manipulaciones de los espectáculos resultan aún más esperpénticos. También merbarben hizo un hilo en el fediverso profundizando en algunos aspectos históricos.
Conclusión
Mi mayor problema con el parque es que esa historia ya me la sé. No hace falta que me expliquen que los valores de España son tradición y religión porque es la historia que me han explicado siempre. Yo quiero conocer detalles de pueblos oprimidos, represión y el día a día de la gente común en convivencia y en busca del progreso. No me interesan los grandes ídolos de siempre, cuyo dorado se queda en las manos cuando los tocas.
No recomendaría Puy du Fou España a nadie con unos valores mínimamente de izquierdas o que valore su salud. Yo fui con unos amigos previendo esa pátina rancia y el mensaje que nos encontramos nos superó. Pero más nos superó el calor, y a Putomikel, el frío. Pienso seriamente que, si las temperaturas siguen subiendo (que subirán), de aquí a unos años no podrán abrir el parque en verano. Y tampoco nos perderemos nada.
Actualización
Me recuerda Juan CBS en el fediverso que la comida también era horrible, además de muy cara. Comí un pollo con patatas al horno y un salmorejo y estaba todo muy malo. Ni siquiera me atrevería a llamar «patatas» a eso.
Por otro lado, Roboron apunta que Isabel de Castilla sí pronunció esas palabras y tomó represalias, dato que no conocía.
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