De un tiempo para acá he vuelto a mis raíces ideológicas con respecto a la tecnología. Valoro mucho más la libertad de software, la privacidad, y defiendo un internet más centrado en las personas. Este último punto choca frontalmente con la situación actual de las grandes tecnológicas estadounidenses.
Debo decir que no he llegado al punto de tirar por la ventana todos los productos de Apple que compré durante estos años de «arranque consumista» (lo conté en Mis planes con la tecnología). Y lo mismo aplica con las otras: sigo con una cuenta Microsoft para Skype, uso Google para Maps, YouTube y Drive (y para el trabajo), Meta para WhatsApp, y compro en Amazon varias veces al año.
Sin embargo, teniendo claro que no debemos volvernos locos con el asunto de un día para otro, sí ha ocurrido algo que para mí supone un antes y un después definitivo. Tiene que ver con el momento sociopolítico global y con el momento idelógico en el que estoy particularmente.
Estoy muy escorado a la izquierda. Cada vez más. Y cuando vi que los líderes de estas grandes tecnológicas no solo estuvieron presentes en la investidura de Donald Trump (algo comprensible) sino que empezaron a aplicar políticas que van en total consonancia con este discurso, para mí supuso ese momento de ruptura.
Hay quien nunca confió en estas compañías, hay quien tuvo ese punto de ruptura cuando PRISM. El mío ha llegado ahora.
No quiero pecar de inocente. Son empresas estadounidenses y tienen que mirar por su negocio. Ya sabemos: las empresas tienen que ganar dinero como excusa definitiva. Pero estas empresas, que hace unos años se las daban de inclusivas y progresistas, tienen el suficiente poder para, al menos, resistirse un poco. Hacerse las despistadas hasta que les dieran un toque de atención en serio.
Pero no. Han preferido el servilismo. Meta permite referirse a las personas del colectivo LGTBIQ+ como «enfermos mentales». A Google y a Apple les falta tiempo para cambiar el nombre de «Golfo de México» por «Golfo de América». Y si entramos ya en que todos los modelos de inteligencia artificial de estas compañías son problemáticos, apaga y vámonos.
Con esta situación sobre la mesa, mi decisión es clara. Quiero desvincularme de estas grandes tecnológicas. A ser posible, del todo. Pero no es algo que pueda hacer de un día para otro porque hay relaciones personales que dependen de ello. Skype es una herramienta muy buena para grabar pódcast; Google Drive es fantástico en colaboración, nada supera a Google Maps en cuanto a información de locales; y WhatsApp es omnipresente. Para mí no es tan fácil desprenderme de ellos.
Pero es necesario hacerlo. Estas es una de las ocasiones en las que una decisión individual no tiene mucho poder por sí sola pero, en este momento de mi vida, prefiero ser un poquito más consecuente con mi forma de pensar. Poquito a poco buscaré alternativas y se las comentaré a mis cercanos.
(Nota al margen. Me alegro un montón si tú que me lees ya estás en el punto de total independencia con respecto a este tema, pero entiende que no todo el mundo está en tu misma situación.)
Ya se sabe: si saludan como nazis y se relacionan con nazis, a lo mejor son nazis. Y las demás tecnológicas o callan o son serviles con estas actitudes.
No se trata de que mañana vaya a empezar la tercera guerra mundial, pero cuando uno lee tantas veces que aquello no era un saludo nazi, veo bastante lógico preocuparse por el momento actual. En mi caso particular, hay ciertas decisiones tecnológicas que no me suponen un gran esfuerzo, y si les puedo quitar un poquito de poder, lo haré. Y te animo a hacer lo mismo si te lo puedes permitir.
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