Una empresa llamada Sweet Baby se dedica a ayudar para mejorar la inclusión en videojuegos, y parece que eso ha molestado muchísimo a quienes les gusta enfadarse. Del primer Gamergate hace ya diez años y yo me pregunto: ¿aún estamos así?
Aunque ya conocía el asunto por un vídeo de Punished Nymo, profundizo con uno de Quetzal que también recuerda el primer Gamergate. No es información objetiva, pero sirve para hacerse una idea de lo que ocurre.
Odiar es fácil
Es muy fácil caer en la idea de que la cultura se está centrando demasiado en ciertos colectivos (si tales colectivos existen, yo no soy muy partidario de agrupar a tanta gente diversa por una característica en común).
Yo, en parte, he estado ahí. Quienes me leen de hace tiempo saben que tengo en mi blog textos, que a día de hoy me dan mucha vergüenza, donde cuestiono los espacios seguros para mujeres o la necesidad del 50-50 entre sexos, cuando el mensaje que me llegaba en redes era que «los hombres son violadores en potencia». Luego aprendí que el feminismo no es eso.
Podría ponerme a analizar muchas máximas que entran muy fácil en el subconsciente de la gente si se repiten lo suficiente (ni machismo ni feminismo, ¡igualdad!; vienen a quitarnos el trabajo, hoy me levanto mujer…) pero, para no alargar esto más de la cuenta, vamos a quedarnos con la idea de que es muy fácil sentirse amenazado por cualquiera de ellas.
Es muy fácil dejarse llevar por estas frases, sencillas y machaconas, enfadarse y ver enemigos por todas partes. Lo complicado es abrir los ojos al mundo y cuestionarse esas máximas.
¿Tanto influye?
Aterricemos de nuevo en el ámbito cultural y, dado que es lo que nos ocupa, videojuegos. Este tema ya lo toqué en Ideología y cultura, pero no me importa repetirme.
¿De verdad alguien es menos feliz porque haya representación racial o LGBTIQ+ en obras culturales? Cuando esto se hace con fines comerciales y se nota forzado, la obra será de menor calidad. Pienso en muchos ejemplos, sobre todo en cine. Pero en caso de que se haga bien, mucha más gente tendrá espejos en los que verse reflejada y no solo los hombres blancos heteros, que ya tenemos muchos.
La existencia de empresas como Sweet Baby no sería necesaria si la industria del videojuego hubiera desarrollado la sensibilidad suficiente para no molestar a personas que lo tienen muy difícil en su día a día. Pero ocurre que no es así.
Hagamos un ejercicio sencillo. Tú y yo, hombres blancos heteros, somos por un momento mujeres que debemos aguantar babosos que se ven con el derecho de mandarnos mensajes guarros, o personas con otro color de piel que recibimos odio porque venimos a quitar el trabajo, o personas transexuales que aún recibimos cartas a nombre de una persona que ya no somos. Si fuéramos una de esas personas, ¿no tenemos derecho a llegar a casa, relajarnos y tener obras culturales, videojuegos, donde sentirnos a salvo?
Claro que no. Nos acercamos a las redes sociales y vemos a los mismos de siempre gritando porque en un videojuego hay una bandera LGBTIQ+, o haciendo una lista para marcar los videojuegos donde ha participado una empresa con 16 empleados que ayuda a que nos sintamos mejor.
Según cuenta Quetzal, la realidad no es tan sencilla (nunca lo es) y nadie es santo ni en el primer Gamergate ni en este, pero creo que cualquier persona con un mínimo de empatía estará de acuerdo a que nadie se merece una persecución en redes que llega hasta la amenaza, y esto es algo que vemos mucho desde hace demasiado tiempo.
La falta de empatía es alarmante.
Crispación y política
De nuevo me alejo del ámbito cultural y amplío el foco. Estas quejas tan ruidosas y este comportamiento que llega incluso a la amenaza me recuerda a la forma de actuar de cierta parte de la derecha política, encarnado por un Trump que azuzó a sus seguidores.
Cuando veo el comportamiento de la derecha ruidosa me pongo un poco triste. El pensamiento de derecha podría y debería ser más que el insulto al otro lado (como hace el PP español) o la queja por representación racial o LGBTIQ+ en obras culturales.
Con esta crispación en el ambiente, que parece ocurrir a nivel mundial, es imposible tener un debate mínimamente sano.
Desde hace años vemos que esta crispación beneficia a la derecha política porque un pueblo crispado es fácilmente manipulable, y mientras el pueblo se pelea porque no quiere negros en su Tolkien (este ejemplo me pareció paradigmático), quienes realmente manejan el cotarro pueden seguir con sus negocios, robando a manos llenas, y luego negarlo todo porque total, qué más dará.
Volviendo a los videojuegos, que los empleados de Sweet Baby reciban amenazas por ayudar a la representación cuando 2024 va camino de convertirse en uno de los peores años en cuanto a despidos en la industria del videojuego, es para que algunos se sonrojaran y pensaran cuáles son sus prioridades. Pero claro, es más fácil enfadarse por una banderita LGBTIQ+ en un videojuego.
En conclusión
Puede que este texto no tenga el foco adecuado, puede que este llamado Gamergate 2 no tenga la enjundia que yo le he visto y puede que haya más gente enfadada por los despidos que por Sweet Baby. Espero que quien me lee sepa disculparme, pero no puedo evitar la relación entre estos comportamientos y el estado actual de cierto pensamiento de derechas, y es lo que quería compartir.
En cualquier caso, mi conclusión es siempre la misma: hay que poner los pies en la tierra, hay que mirar alrededor, hay que empatizar con las personas que lo pasan mal por su propia condición y apuntar el enfado un poquito más arriba. Que la existencia de una empresa que ayuda a la representación haya causado tal polémica es indicativo claro de que algo anda regular.
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