Leo comentarios en Menéame sobre la libertad de expresión en redes sociales generalistas, y veo un problema tecnológico fundamental que no he visto tratado en los medios.
Separar tecnología de empresa.
Esta reflexión me ha llegado por el cierre de la cuenta de Vox por parte de Twitter, pero podría haber escrito lo mismo con el bloqueo masivo a Donald Trump o el bloqueo de aplicaciones en las tiendas de Apple y Google (no tocaré este tema por las implicaciones de seguridad ajenas a esta entrada).
La situación
Twitter tiene su plataforma en una tecnología bajo su exclusivo control. Pueden hacer lo que quieran tanto con la tecnología de base (por ejemplo, cerrar APIs como hicieron hace unos años, que desgraciaron todos los clientes de terceros) como con la plataforma en sí (en este caso, censurar cuentas).
Por lo que sé, las redes sociales generalistas censuran cuentas a capricho, de ambos lados, sin razón aparente. Tienen el poder para hacerlo, y el usuario no tiene poder de reacción. Es el cortijo de la empresa y, para entrar, el usuario ha aceptado sus normas.
¿Se debe legislar para que no borren cuentas de una forma tan arbitraria? Puede. Por el poder que acumulan en la actualidad, seguramente. Lo que tengo claro es que debería ser un juez quien determine qué se considera mensaje de odio o no, de acuerdo con las leyes de cada país, pero no una empresa.
Frente a esto tenemos redes como Mastodon o Jabber que son, sobre todo, una base tecnológica, un protocolo más que una plataforma. Si aparece una instancia de Mastodon con la que otro administrador no comulgue (como era el caso de Gab cuando se basaba en Mastodon), basta con que dicho administrador bloquee las instancias con las que no quiera tener relación, ya sea por ideología o por cualquier otro motivo.
También lo quede hacer el mismo usuario después de registrarse en un nodo que le sea afín. Hay nodos de Mastodon que tienen una moderación muy suave mientras otros no dejan pasar un mensaje relacionados con ciertos temas, hay instancias que bloquean la comunicación con otras mientras otras dan libertad al usuario. Esas reglas son visibles y el usuario puede decidir dónde registrarse.
En las redes sociales generalistas esto no es así. Si quieres publicar en la plataforma de Twitter tienes que tragar con las normas y la arbitrariedad de la empresa Twitter. Si quieres publicar en la plataforma Mastodon puedes elegir tú la arbitrariedad de tu administrador.
No tiene por qué asociarse una tecnología a una ideología concreta. Baste ver cómo este debate no ha llegado al email o a la red telefónica, por nombrar las dos tecnologías descentralizadas más populares.
¿Que esos fachas o esos comunistas tienen un nodo propio desde el que difundir sus peligrosísimas ideas? Cada admin y cada usuario decide si bloquearlos o no, pero nadie los silencia.
Conclusión
Siempre ha habido en internet nidos de fachas y de comunistas, y nunca ha causado el asunto tanto revuelo como ahora. Y el revuelo viene, precisamente, por la centralización del debate en las redes sociales.
El problema siempre está en las empresas con demasiado poder. Tácheseme de lo que se quiera, pero yo solo veo una solución: quitárselo. Y sobre eso, solo los usuarios tenemos algo tan valioso como nuestro poder de elección.
Divagando
Lucía Martínez habla de que nuestras elecciones en alimentación son un acto político. Si dejas de comprar comida ultraprocesada y lo cambias por productos de temporada, estás haciendo una elección que, si es seguida por más gente, afecta al mercado.
Veo una equivalencia muy clara: si la gente deja de usar redes generalistas en pro de unas tecnologías descentralizadas, a las grandes tecnológicas no les quedará más remedio que reinventarse, y a lo mejor ganamos algo por el camino. O no, porque la realidad se resiste mucho al idealismo. Pero al menos lo habremos intentado.
Es la lucha que lleva manteniendo el software libre desde hace cuarenta años, pero yo diría que a una escala mucho más global. Usar software libre o privativo es una decisión personal, pero esto afecta a las relaciones entre las personas (más sobre esto en una entrada anterior).
Aclaraciones finales
La elección de la fuente y de los ejemplos iniciales es totalmente casual: podría haber escrito esto hace unos años, cuando me llegaban más casos de censura a la izquierda que a la derecha. Bien es cierto que estos casos están siendo más sonados.
La base de esta reflexión es puramente tecnológica y el tema de fondo es la libertad de expresión en la tecnología. No busca en ningún momento establecer un posicionamiento político.
Por último, hablo desde el conocimiento superficial de un usuario final. Esta argumentación tiene todo el sentido para mí, pero ni entiendo de leyes, ni entiendo el comportamiento de las personas, ni entiendo qué implicaciones tendría todo esto a largo plazo.
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