Perdonad el chiste malo del título. Nunca he escrito una reseña tras un mes de uso y bueno… me hacía ilusión hacerlo. Claro que esto es un hábito y no un aparato tecnológico, pero bueno. Me permitiréis la licencia.
Hace un tiempo conté que tenía pensado implementar en mi día a día lo que dice la normativa para los docentes en cuanto a horario. Los funcionarios tenemos que trabajar 37,5 horas a la semana, lo cual equivale a 7 horas y media al día.
En aquella entrada contaba que las iba a echar por seguido en el instituto. Finalmente no lo estoy haciendo así por cuadrar las horas de comida con mi novia, pero sí estoy echando las 6,5 horas del horario lectivo (de 8 a 14.30) en el instituto, y la última en casa. Solo una hora en casa.
Ya llevo un mes trabajando así, y…
Es la mejor decisión que haya podido tomar en mi vida profesional.
Tengo muchas razones para afirmarlo tan categóricamente. Lo primero y fundamental es que tengo la mente mucho más despejada: no estoy todo el día pensando en el trabajo. Eso ya de por sí es un logro, pero no es más que la punta del iceberg.
Cuando un día no trabajo lo bastante, soy consciente de las horas que tengo que echar el siguiente. Por ejemplo, los viernes termino el horario a las 10. Eso son 2 horas, no 7,5. Si puedo, me quedo hasta completar las 6,5. Me ha pasado que he tenido cosas que hacer o algún compromiso y he salido después de echar solo 2 horas, por lo que he sabido perfectamente que durante el fin de semana tenía que echar las 5,5 horas restantes. Cuando me ha pasado, me he organizado y he trabajado justo ese tiempo. Era consciente del tiempo que debía echar y apechugaba con ello.
Los días que se acumulan muchas tareas por hacer, o que quiero investigar o preparar algún tema, tengo un límite de tiempo y no me pierdo en detalles. Es una idea que plantea Javier Fernández Panadero en La cordura de saberse loco. No estoy horas y horas dedicado al trabajo, sino que, cuando se acaba el tiempo que tengo asignadoº, se acaba y ya está. Si me queda algo pendiente, lo hago al día siguiente. De momento no se ha acabado el mundo.
Siendo consciente del tiempo que invierto, soy mucho más productivo y no me disperso (tanto). Si por la mañana he estado trabajando de forma productiva durante 6 horas y media (el recreo procuro aprovecharlo), en casa solo tengo que trabajar una hora. Y es una hora real, no me entretengo en mirar cualquier otra cosa. O al menos no tanto.
Todos los días hago algo, no procrastino (tanto). Hasta ahora, si un día solo tenía que preparar una clase para el día siguiente y no requería mucho trabajo, lo hacía y ya está, no trabajaba más. Ahora, como sé el número de horas que debo invertir, todos los días hago algo. Este pequeño cambio me ha permitido incluso adelantar trabajo y, por ejemplo, no acabar preparando un examen el día antes (qué irónico todo).
Voy a poner un caso práctico. Hace una semana terminé un curso online que me llevó muchísimo tiempo. Después preparé exámenes y me puse a trabajar la legislación (en los cinco años que llevo dando clase no he mirado la legislación que rige mi trabajo). Cuando los alumnos hicieron los exámenes (de 2º de ESO, sencillitos) los corregí entre un jueves y un lunes. Pocas veces he corregido con tal productividad. Y todo en tiempo de trabajo, no le quité ni una hora al ocio.
¿Habrá momentos en los que eche más de 37,5 horas a la semana? Por supuesto. Están los comienzos de curso y los finales de trimestre, que siempre son difíciles. Pero quiero que sean excepción, no la regla.
Con estos temas hay división de opiniones. Por un lado hay mucha gente cuya visión es que los profesores trabajamos muy poco, como si estuviéramos las 18 horas de clase y ya está. Si a eso le sumamos los 42 meses de vacaciones, apaga y vámonos. Esto es falso: se trabaja mucho más.
Por otro lado, hay una visión entre los mismos docentes de que debemos echar incontables horas para ser buenos profesores: estar todo el día programando y pensando actividades o proyectos. Yo he estado cuatro años trabajando muchísimo, y mi salud mental me decía que bajara el ritmo. Las 37,5 horas es lo que dice la normativa que rige mi trabajo, así que no voy a sentirme mal por cumplir con ello.
Nadie nos obliga a echar más horas, y nadie nos lo agradece. Yo con esta medida consigo compatibilizar mi ocio con mi trabajo (que además en muchos puntos coinciden), y rendir más. Todo esto beneficia a mis alumnos, porque yo hago mejor mi trabajo.
Animo a más profesores a que sean estrictos con esas 37,5 horas siempre que sea posible. Quizá se adapte a la forma de trabajar, quizá no, pero creo que merece la pena el intento.
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