La libertad de expresión carnavalesca

Creo que no es ningún secreto que la libertad de expresión se encuentra en un momento delicado en nuestro país; algo, en mi opinión, bastante lamentable viendo el historial que tenemos. Acabamos de salir, como quien dice, de una dictadura donde se perseguía la libertad de expresión, que era castigada con cárcel o muerte. Hoy no hay tales penas, pero sí el escarnio público e incluso la posibilidad de quedarse sin trabajo, lo cual lleva a la autocensura, que es el peor tipo de todos: el miedo al qué dirán.

Esta continua censura de la libertad de expresión ajena ha llegado incluso a la fiesta que se abanderaba como la «Fiesta de la Libertad»: el Carnaval de Cádiz. Una fiesta donde abundan las letras ácidas en las que los autores y los componentes que las interpretan denuncian irregularidades o errores de la clase política o de personajes públicos o hacen parodia de ello.

Esto es algo que le es propio al Carnaval desde que es Carnaval, y cualquiera que tenga un mínimo de interés en la cultura de España lo sabrá. Teófila Martínez, alcaldesa de la ciudad por el PP durante 20 años, ha soportado carros y carretas.

Ha habido, sin embargo, algún caso de denuncia a autores por sus palabras, o artículos en prensa reaccionando a letras de carnaval, pero no recuerdo ningún otro carnaval donde haya habido tantos casos como el pasado COAC 2018.

El primer caso fue a causa de la chirigota de preliminares La familia verdugo, que de hecho fue más conocida por este asunto que por la calidad de la chirigota en sí. Iban caracterizados de soldados medievales, y en su popurrí hacían un juicio popular a diferentes personajes públicos, entre los que estaba Puigdemont. En tono de burla pedían opinión al público de si debía vivir o morir, ante la cual el público eligió lo segundo. Poco tiempo después aparecía un colectivo catalán que pedía que se tomaran medidas legales contra la chirigota por reírse del por entonces mandatario catalán.

Esto, además de la ignorancia de cómo funciona el carnaval de Cádiz que ya he mencionado anteriormente, también denota desconocimiento hacia su propio carnaval, puesto que pronto salieron imágenes de un carnaval en un pueblo catalán donde se dedicaban a tirotear a españoles. ¿Debo yo enfadarme por ello? Evidentemente no: es un asunto que para ellos estaba (y está) de actualidad: la broma será de mejor o peor gusto, pero es una broma pertinente para ellos.

Otro caso, aún más sonado, fue el de la chirigota Una corrida en tu cara que, a pesar de la interpretación maliciosa del nombre, iba de toreros. En este caso la agrupación llevaba un cuplé bastante ácido dirigido hacia un personaje al que, poco tiempo antes del concurso, le habíamos visto la cara por primera vez: la hija de Belén Estaban, Andra Janeiro «Andreíta». Y resultó que, para mucha gente, la muchacha no es precisamente muy agraciada.

La gente se rió con el cuplé y la cosa no fue a más. Pero en los días siguientes nos enteramos por los medios de que Andreíta había denunciado a la chirigota por dicho cuplé. ¿Qué consiguió? No que la chirigota pidiera perdón, no que se desdijeran: todo lo contrario, en la siguiente fase le dedicaron otro cuplé aún más ácido que el primero.

Aún hubo otro caso, pero de este no he podido situar fuentes sino que lo escuché por un comentarista de la televisión: un colectivo de no fumadores se había manifestado contra la comparsa Los priosioneros, que iban de pájaros enjaulados, porque entre copla y copla hacían como que fumaban un cigarro.

Este tema está muy relacionado con la reciente polémica por el chiste de Rober Bodegas hacia la comunidad gitana, en la que muchísima gente lo acusó de todo lo que quiso sin tener en cuenta intencionalidad ni tono. Muchos defendieron algo que nunca había visto: el humor «de abajo arriba», es decir, que ya uno no puede hacer chistes con negros o maricones porque han sido colectivos oprimidos.

Aquí ocurre lo mismo: el pueblo catalán se siente oprimido por los españoles, así que algunos se ofenden; Andreíta, que no quiere ser un personaje público aunque realmente lo es por ser hija de quien es, se ofende por la chirigota (aunque en este caso ella tiene más poder que toda la chirigota junta), y el colectivo de no fumadores se ofende porque ve en pantalla algo que no le gusta.

Y yo me pregunto: ¿a dónde vamos a llegar? ¿Dónde está el límite de esta insensatez? ¿Cuánto tiempo nos toca seguir viendo a ofendidos profesionales en todos los ámbitos?

Con esto lo único que consiguen es crear malestar en todas partes, y crear un efecto péndulo que, cuando llegue, no se van a ver venir, atrapados como están en su atalaya moral.

Conseguirán callar a muchos autores del Carnaval de Cádiz, que tendrán miedo al qué dirán y a la censura de las redes sociales, pero no a todos. El Carnaval siempre ha sido la fiesta de la libertad, y siempre habrá alguien dispuesto a reírse de todo. Eso no lo van a poder cambiar, por más que les duela. Y me alegro de que así sea.

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