En uno de sus podcast, Lynx (youtuber que ya recomendé) hablaba del concepto de «boquita de niño», esas personas que, independientemente de la edad, siempre va a comer cosas, pues eso, de niño. Hamburguesas, cosas empanadas, sobre todo carne… Es un concepto que tiene su chicha.
Creo que hay mucha gente así. En todas partes se puede ver gente tragando comida rápida, y algo que me llamó la atención en Londres. Por supuesto, había gente disfrutando de una buena comida en restaurantes, pero un número considerable de personas con un bocadillo o una hamburguesa.
Es un concepto que a mí me pudo valer aproximadamente hasta los veinte años, y quizá muchos aún me lo podrían aplicar porque mucho de los platos más típicos no me gustan (como, por ejemplo, las gambas y el marisco en general) ni me gusta comer con vino, que quizá es más sano que los refrescos con los que suelo comer en la calle. Tampoco me gusta la verdura, por su textura, pero troceada, en puré o preparada de otra forma, no tengo problema.
Creo que en esta vida lo importante es probarlo todo. Una de las razones por las que me puse a dieta la primera vez fue, además de la evidente de perder peso, probar platos nuevos, y hoy en día, cuando me ponen algo por delante ya no digo aquello de «no tengo ganas de probar» (yo no decía «no me gusta» porque siempre salía mal parado; cambié la fórmula), pero bien es cierto que los sabores que más me tiran son, pues eso, los de niño.
Creo que, como yo, habrá muchísima gente. ¿Es algo necesariamente malo? Es seguro que me estaré perdiendo muchísimo por mi poco gusto a probar sabores nuevos, pero también es cierto que ya tengo una edad y, como adulto, puedo elegir qué quiero comer y qué no, teniendo la conciencia tranquila de que mis padres me pusieron por delante muchísimos platos diferentes y luego yo he probado otros. Diré más: tengo la sana costumbre de probar la comida en diferentes momentos, porque algún sabor que no me entró de primeras puede gustarme a los meses o años.
Deja una respuesta