Como aún estoy con destino provisional en mi trabajo, voy cambiando de localidad de curso en curso. El año pasado, como comenté, estuve en una que me resultaba tremendamente cómoda y a la que me gustaría volver. Pero la de este año es un auténtico infierno. Estaba por no decir el nombre pero qué demonios: Jerez.
Jerez de la Frontera es una ciudad para coches.
El asunto que vengo a tratar hoy ya lo esbocé en una entrada anterior sobre los semáfaros, pero hoy quiero profundizar más sobre el asunto.
No se trata ya de que la ciudad esté hasta arriba de semáforos, muchos de ellos con botón, incluso en calles poco transitadas. Es que, para pasar por pasos de peatones sin semáforo, hay que arriesgar la vida. Echar el cuerpo para adelante y rezar para que el conductor pare.
Tampoco hay una calle peatonal muy larga como suele verse en muchas ciudades. O que el centro sea solo peatonal. No: las calles más pequeñas son carretera. El centro en su totalidad es carretera. Está la Calle larga, que tiene una parte peatonal, pero esa parte no es precisamente larga como presume su nombre.
Casi no hay rincones por donde no pueda pasar un coche. Para colmo, apenas hay parques.
Es una ciudad medianamente grande y que tiene de todo pero, a mí, como peatón, ¿de qué me sirve si me tengo que coger un coche para todo? En mi caso, un taxi, que no son precisamente baratos aquí.
Para ir al cine me tengo que gastar como mínimo veintiún euros. Un taxi de ida, la entrada (sus siete euros por ser un cine bueno) y un taxi de vuelta. Sin contar con palomitas o chucherías, ojo. Y no, no se puede ir a pie, o yo no he encontrado la manera.
Hay un buen números de líneas de autobuses urbanos, pero paran una vez cada hora, y cualquiera entiende el galimatías de la página del Ayuntamiento para saber por dónde pasa, qué línea conviene coger y su horario.
Y esto no lo digo yo solo. He escuchado a compañeros de trabajo con la misma queja, compañeros que ven bien y que pueden optar a tener coche.
¿Conclusión? Estoy esperando salir de aquí con intención de no volver más. Al menos para vivir.
Imagen: Wikimedia Commons, CC BY.
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