Hace tiempo os conté que los videojuegos ya no me llaman la atención. Y aunque aquella entrada aún es válida, siempre hay una excepción que confirma la regla, y esa excepción para mí son los juegos de The legend of Zelda.
Todos los títulos me llaman la atención porque sé perfectamente que me proporcionarán muchas horas de entretenimiento: es de los pocos juegos que casi siempre me piden completarlos lo más que pueda. En alguna ocasión he llegado al 100%.
En esta entrada voy a hacer un pequeño repaso de los elementos diferenciadores de esta serie, una pequeña revisión de los títulos que he jugado, y terminaré con una pequeña conclusión sobre por qué me apasiona tanto.
Las bases de los Zelda
Para quien no lo conozca (raro sería), The legend of Zelda nos cuenta las aventuras de un héroe (cuyo nombre genérico es Link pero que podemos cambiar al inicio) que se enfrenta a las hordas del mal, normalmente encabezado por un malo malísimo llamado Ganon u otro que quiere hacerse con el poder de Ganon, para rescatar a la princesa Zelda y conseguir o restaurar la Trifuerza, normalmente con la ayuda de la Espada Maestra.
En Nintendo son especialistas en hacer juegos con muy poca base argumental pero tremendamente divertidos, véanse los Mario. Con The legend of Zelda ocurre más o menos lo mismo, solo que en estos juegos sí tenemos más argumento. Los juegos se ambientan en una tierra llamada Hyrule durante diferentes generaciones (pueden pasar siglos hylian entre un juego y otro), por lo que puede establecerse cierta relación cronológica entre ellos. Esta tierra está habitada por diferentes razas (muy poco cambian entre títulos) y, aunque sus elementos cambian según las necesidades de cada juego, hay algunas localizaciones que están en todos o casi todos.
Sobre esta base argumental, la mecánica del juego es siempre la misma: rescatar a la princesa, conseguir la Espada Maestra, conseguir una parte de la Trifuerza para restaurarla y derrotar a jefes finales de unas mazmorras que debemos superar usando los numerosos utensilios de nuestro héroe.
El elemento diferenciador de cada título es el objeto que suele dar nombre a cada uno, un objeto con poderes mágicos que permite controlar algún aspecto. Una ocarina para viajar en el tiempo, un gorro que permite encogerse, un brazalete para convertirse en cuadro y pegarse a las paredes…
A estos elementos básicos de la mecánica hay que añadirle un buen número de misiones secundarias destinadas a aumentar nuestra cartera de rupias (la moneda del juego), nuestra vitalidad o nuestro inventario, con nuevos objetos o mejoras para los que ya tenemos.
Pequeña revisión de algunos títulos
Los primeros títulos de la saga que jugué (no recuerdo en qué orden) fueron The minish cap, de Game Boy Advance, y A link to the past, de Super Nintendo, en mi época de emuladores. Ambos los disfruté muchísimo y los completé al 100% o casi (en The minish cap había errores en la edición europea que impedían completar ciertas misiones secundaras).
Recuerdo disfrutar especialmente del título de Super Nintendo. Años más tarde me enteré de que es el tercero de la saga y el que más asienta las bases. Para mí, de los mejores, si no el mejor; sentimiento que se acrecienta, claro, por ser uno de los primeros que jugué.
A partir de ahí, todos los títulos los he jugado directamente en portátil. Intenté emular The wind waker, el título de GameCube, pero por algún motivo (hardware, software, quién sabe) no iba demasiado fino. Twilight princess y Skyward sword ni los he olido por ser de Wii, una consola que requiere cierta distancia del televisor, distancia que yo no puedo respetar. Por su parte, las entregas originales de NES y las de GameBoy no me llaman demasiado la atención, al igual que los cooperativos.
Esto nos deja con cinco títulos. Phantom hourglass es el primero que salió para Nintendo DS. Es continuación de Wind Waker y pude disfrutarlo porque conozco la historia del mismo. Su mecánica se basa completamente en la pantalla táctil de la consola y en los viajes en barco por diferentes islas. Interactuar tanto con la pantalla táctil podía ser algo cansino, pero la jugabilidad basada en ella me encantó: dibujar yo mismo el mapa, tomar notas con el lápiz, hacer dibujos para superar pantallas… Lo disfruté muchísimo, una vez más.
El que me costó algo más de trabajo fue Spirit tracks. Tanto es así que lo abandoné durante bastante tiempo. El cómodo barco del título anterior se sustituye aquí por un limitado tren, por lo que los viajes resultan mucho más lentos y pesados a pesar de ir a máxima velocidad. También me resultó pesado tener que volver siempre a la misma torre. Sin embargo, valoro el papel activo de la princesa Zelda en este título. Vale, la secuestran a los cinco minutos, pero su fantasma nos resulta de mucha ayuda y tiene una personalidad curiosa.
Tras jugar estos juegos y muy poquitos más vendí mi Nintendo DS, sin intención de comprar una 3DS. Sin embargo, en la navidad de este año hicieron packs que incluían la edición más básica de la consola, la 2DS, acompañada de un juego y a un precio muy asequible, así que me decidí a comprarla para disfrutar de los tres juegos de la saga que ya han aparecido en esta plataforma. De esos tres, a día de hoy he jugado dos.
El primero que salió, aunque es el último que he jugado, fue A link between worlds, que se basa en ese objeto antes mencionado que nos permite convertirnos en pintura. Otra peculiaridad de este juegos es su libertad: es mucho menos lineal que los títulos anteriores de la saga, las mazmorras se pueden visitar en el orden que el jugador quiera y los objetos están disponibles casi desde el principio en un sistema de alquiler y compra. Este título tiene muchos elementos en común con A link to the past: posiblemente por eso me ha enamorado.
El que no he disfrutado tanto, a pesar de estar muy bien considerado, es Ocarina of Time. No sé si habrá influido que lo he jugado en su remake y está más pensado para sobremesa, pero además de eso, la historia que nos cuenta (sobre todo el final) me dejó bastante frío. Tiene muchísimas virtudes, pero su elevada dificultad en algunos puntos hizo que me resultara incluso tedioso, a pesar de que la versión de 3DS esté bastante dulcificada.
Como digo, lo valoro y entiendo por qué está considerado como uno de los mejores de la saga, pero a mí no me ha llegado. Pondría por delante algunos títulos ya mencionados, a pesar de ser mucho más sencillos en todos los aspectos. Cuestión de gustos.
El único título que tengo a mi alcance ahora mismo es Majora’s mask, un título muy diferente al resto que nunca he probado, ni siquiera en emuladores. En un tiempo espero jugarlo también en su remake para 3DS. Ya os contaré.
Simplemente épica
Si hay una palabra que defina esta saga es «épica». Son el cuento de hadas definitivo, con la ventaja de que nosotros somos el protagonista y no dura un rato, sino muchas horas.
El ambiente medieval, el héroe con espada y escudo en mano, las mazmorras, la princesa… Son elementos de las historias que siempre han llamado mi atención, y la razón por la que me lancé a los videojuegos en el primer momento. Mis manifestaciones culturales favoritas (ya sean videojuegos, películas o libros) tienen muchas similitudes con este juego.
Además de tener estos elementos en común, digo que es un cuento de hadas porque prácticamente tienen la misma profundidad narrativa. El protagonista es un héroe, la princesa es raptada y es muy buena, su consejera siempre mira por ella y el malo siempre es malísimo. Ninguna profundidad psicológica: los giros argumentales, si los hay, se basan siempre en un personaje que no resulta ser lo que aparenta en un primer momento.
Como dije antes, la novedad de cada título está en la jugabilidad, en ese elemento diferenciador sobre el que se basa la mecánica, que nos abre nuevos caminos y posibilidades. Nintendo es de las pocas compañías que apuestan por esto en lugar de ofrecer unos grandes gráficos o una historia más digna de una película: hacen videojuegos, por así decirlo, muy «puros», donde el jugador es el protagonista.
Este protagonismo del jugador se ve afianzado por algo que valoro muchísimo (no podéis imaginar cuánto): el hecho de que el héroe no tenga voz. En la red es habitual ver que se deja el nombre genérico, Link. Sin embargo, este nombre tiene su razón de ser en que es un enlace (literalmente, «link») entre el juego y el jugador. Nosotros somos Link, y cambiarle el nombre es un elemento que une muchísimo con la sencilla historia que nos narra. El personaje no habla: son los otros quienes dicen cómo nos sentimos en elementos puntuales o que, simplemente, saben qué ha ocurrido por un diálogo mudo acompañado, si lo hay, por un movimiento del héroe que denota la explicación oportuna.
Cerrando
Pronto me haré con Majora’s mask, quizá el título más peculiar de la saga, y quizá acabe con una WiiU para jugar Wind Waker HD (parece que no tiene jugabilidad basada en movimientos como los de Wii) y el nuevo título que se anunció en 2014.
En cualquier caso, The legend of Zelda es una de esas sagas que me animan a jugar a la consola. Son pocas, cada vez menos, y casi todas están en Sony, pero sin lugar a dudas esta tiene un lugar privilegiado en mi corazoncito de jugador.
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