Zelda: Breath of the wild, el mundo abierto

Durante el confinamiento adquirí una Nintendo Switch por diferentes circunstancias, y poco después conseguí este Zelda. Ya os he contado alguna vez que soy muy fan de la saga (aunque en los comentarios me hicieron ver que no lo suficiente, je): no dejaría pasar la oportunidad de jugar un Zelda después de varios títulos inaccesibles para mí por estar en Wii, menos aún uno con tan buenas críticas como este.

Hace poco, Eric de ‘Leyendas y videojuegos’ defendía que este Zelda se ha convertido para él en uno de los mejores videojuegos de la historia. Y lo entiendo. Este juego es el mundo abierto por antonomasia, muy por encima de otros que he jugado.

En esta ocasión la historia va varios pasos más allá de lo típico. Tenemos un Ganon que quiere sumir el mundo en el mal, sí, pero la gran batalla ya ocurrió hace cien años, y la princesa Zelda lo tiene sellado para que su poder no se desate de nuevo. Link, el caballero protector de la princesa y portador de la Espada Destructora del Mal (la Espada Maestra de to la vida) despierta recuperado de sus heridas pero sin recuerdos.

Después de un tutorial en el que se nos entregan las habilidades que usaremos durante todo el juego y se nos enseñan las mecánicas, el juego nos suelta ante un vastísimo mundo tan solo con algunas indicaciones de hacia dónde ir. A partir de ahí tenemos libertad absoluta para explorar el mundo de Hyrule.

Una nota al margen. Yo de siempre he pronunciado Hyrule como «Jáirul», y resulta que en el doblaje lo llaman «Hirule», tal cual, con su hache muda. Fue una sorpresa.

El mundo de Hyrule es realmente inmenso. Una vez salimos de la llanura inicial podemos visitar otras catorce regiones, cada una con monstruos de diferente nivel dispuestos a ponernos las cosas difíciles (de hecho, hay monstruos en el campo abierto más duros que los enemigos de las mazmorras, enemigos que te destrozan con tres palazos). De vez en cuando hay algún poblado o aldea donde reposar y comprar, pero son realmente pocos teniendo en cuenta lo vasto del mundo. Por otro lado, el mundo está repleto de santuarios, que funcionan como los trozos de corazón en entregas anteriores: al completar cuatro podemos ganar corazones o resistencia, y cada uno tiene alguna prueba diferente que pone (algunas muy en serio) a prueba nuestras habilidades.

Solo puedo ponerle dos pegas a este videojuego, y ya es ponernos extremadamente tiquismiquis.

La primera es justo lo que he dicho antes. Los enemigos de las mazmorras son anecdóticos, incluyendo la batalla final si se han completado las misiones principales. Esto viene motivado por la misma estructura del juego: al permitirte ir por el enemigo final nada más salir del tutorial hay que darle la opción de completar la aventura con las herramientas que se consiguen entonces, y las batallas con enemigos finales básicamente son una sucesión de repeticiones de mecánicas.

La segunda crítica es que la historia transcurre toda en el pasado. Es interesante y emotiva, por supuesto, pero digamos que el presente de Link no tiene nada que ofrecer más allá de la propia aventura (que ya es bastante, ojo). Los personajes hacen su vida sin ser conscientes del peligro que se les avecina y todo el juego espera que nosotros cumplamos con el papel que tenemos asignado desde el principio.

Otra nota al margen: la voz de Zelda, que nos ayuda en diferentes puntos de la aventura, me gusta mucho, muchísimo más en español de España que en inglés.

A pesar de estos dos puntos (que por supuesto no son originales míos ni muchísimo menos), Zelda: Breath of the wild es una experiencia que nadie debe perderse si se considera mínimamente aficionado a los videojuegos. Pocas experiencias de mundo abierto hay tan redondas como esta, y desde luego, pocas aventuras hay que transmitan tal sentimiento de libertad.

Yo le dediqué mi buena cantidad de horas y solo conseguí la mitad de santuarios y como un cuarto de las misiones secundarias. Insisto en mi torpeza con los controles, pero es indudable que este juego ofrece una buena cantidad de horas para aquellos que quieran conseguirlo todo. Mi objetivo era completar la trama principal y de momento estoy contento con haberlo logrado, el cartucho sigue ahí para cuando quiera volver a perderme entre los parajes de ese inmenso Hyrule.

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