Como ya sabéis de sobra quienes me leéis desde hace tiempo, soy defensor de las ideas del software libre e intento aplicarlas en la medida de lo posible. El software libre e ideas afines han cambiado mi forma de ver la realidad en muchos aspectos, y esta visión afecta también a la educación. Es por eso que, como profesor, veo ciertas prácticas que me hacen saltar las alarmas.
Veo la educación como un todo. No me sentiría satisfecho si enseño a mis alumnos a ser críticos con su entorno, a defenderse contra las manipulaciones de los medios de comunicación y la publicidad y a la vez les muestro cómo entregar todos sus datos digitales a una gran empresa, o cómo ato sus costumbres en la red a un solo producto. Hace tiempo escribí un artículo con Fanta de ElBinario sobre este mismo tema: esta entrada puede considerarse una continuación.
Lo que impera en el ámbito tecnológico, algo comprensible hasta cierto punto, es lo puramente práctico. Lo que importa es tener a nuestro alcance una herramienta, gratuita a ser posible, para cumplir nuestro objetivo. La cuestión es que, según la herramienta que elijamos, podemos tener un problema importante de dependencia.
He visto que algunos docentes hacen un uso intensivo de los servicios de Google. Algunos llegan incluso a pedir el título de docente autorizado. Usan Google Sites, Google Drive y a saber cuántas herramientas más. Es el ejemplo más claro puesto que sus herramientas son gratuitas y (es imposible negarlo) tremendamente útiles.
Parece que no conocen (o no les conviene conocer) los problemas de privacidad que el uso de estos servicios conlleva. Son dos actitudes muy diferentes recomendar en un momento dado usar Google Drive para que los alumnos hagan un trabajo en pareja (aunque bien se podrían apañar con un Etherpad si es texto) y usar por norma estos servicios para mostrar nuestros materiales a nuestros alumnos. No digo que sea necesario pagar un hosting y un dominio o usar la infraestructura del centro (aunque sería lo deseable puesto que hablamos de datos potencialmente sensibles) pero, al menos, se podrían recomendar herramientas variadas pertenecientes a diferentes empresas para que no esté todo centralizado en una sola.
Luego está el tema del hardware. Hay una revista sobre educación y tecnología que recomienda por norma aparatos con software privativo (Microsoft Windows), o bien aplicaciones para iPad. Y aunque el aparato de Apple es bastante común en las aulas, personalmente pienso que damos mal ejemplo si los docentes llevamos a clase un aparato sobre el que no se tiene el mínimo control y que se asocia a una marca de productos generalmente caros y, por lo tanto, fuera del alcance de la mayoría de familias en un centro público.
No sabemos qué tipo de persona serán los alumnos que tenemos delante. Quizá no todos lleguen a ser programadores y, por lo tanto, les importe bien poco que el software libre se pueda modificar, pero al menos estaremos inculcando en ellos un espíritu de colaboración si tienen interés en investigar sobre ello. Y si promovemos herramientas y aparatos que estén a su alcance, promovemos una sociedad más justa.
En mis clases de lengua la tecnología tiene un valor muy secundario, pero yo estoy satisfecho con mi pequeña contribución a este respecto. Tengo un blog de aula autoalojado en el que procuro hacer poco uso de servicios externos, en clase uso un tablet BQ y un portátil HP o un netbook, y siempre que tengo que usar un programa en clase, intento que sea software libre. De este modo, si algún alumno se interesa por mis aparatos pueden tener un punto de referencia asequible y justa.
A lo mejor son minucias, pero con estos pequeños detalles considero que ayudo a crear una sociedad más justa también en el ámbito tecnológico.
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