El pasado diecinueve de agosto llegué a los veinticinco años, y me apetece hacer un pequeño repaso por los últimos acontecimientos de mi día a día ahora que ha empezado septiembre, un mes de nuevos retos.
Oposiciones y trabajo
En noviembre del año pasado me apunté en una academia para preparar oposiciones. Pasé por el infierno de prepararlas en pocos meses, me examiné, aprobé y saqué plaza. Dicho así parece incluso sencillo, cuando en realidad es una caprichosa mezcla entre suerte y mucho trabajo. Mis amigos dicen que no soy español, que he conseguido un puesto fijo aquí y eso ya no es propio de este país.
Ante esta nueva aventura siento entre emoción y miedo. Ser profesor de Lengua y Literatura es lo que siempre he querido, pero el aula es para mí un espacio casi desconocido desde este otro lado, tras la mesa del profesor. Me tocará aprender como ha aprendido la mayoría, supongo: con el día a día, sobre el terreno.
Verano
He dedicado el verano a terminar tareas de esas que llevan mucho tiempo apuntadas en la lista y que, al no acabarlas, son un lastre. Ordenar papeles y cajones, editar vídeos pendientes, hacer gestiones. He pisado la playa pocas veces y en casi todas me he quemado. Fui a Sevilla uno de los pocos días de calor, y GPS en mano recorrí buena parte del casco antiguo.
También he visto películas, tanto en el cine como en casa; alguna serie (un anime que empecé a ver en 2008 y que por algún motivo abandoné; uno de los lastres mencionados) pero, sobre todo, la lectura ha sido la ocupación a la que más horas he dedicado. He terminado la saga de Canción de hielo y fuego, con la que llevaba más de un año. No es poco dado el tamaño de los volúmenes.
Ordenador
Llevo varias semanas que me pongo delante del ordenador y no le veo ningún aliciente de por sí. De hecho, algunas de esas tareas pendientes que he terminado iban destinadas a no gastar tanto tiempo delante de la pantalla. Se dan varias circunstancias para llegar a esto: mi particular visión de la tecnología, que tengo todas mis necesidades bien cubiertas y que (creo) he hecho quizá no lo bastante pero sí lo suficiente de lo que estaba en mi mano para contribuir al software libre.
Aunque mis contribuciones sean nimias en comparación con traductores habituales o encargados de otras labores más pesadas, desde que tengo blog he hablado de software libre, difundiendo diversas tecnologías; he ayudado a personas a iniciarse en este mundillo y he reportado algunos errores. Esto me lleva a estar «en paz» delante del ordenador.
Concluyendo
En esta entrada he mezclado aspectos de educación y de software libre. Y es que, al final, todo se reluce a intentar devolver a la sociedad una parte de lo mucho bueno que me ha dado, a contribuir con mi granito de arena en construir una sociedad mejor.
Tan solo he recorrido el camino que he elegido: ya el haber podido hacerlo es un gran privilegio, y estoy muy contento de a dónde he llegado, y del modo en que he llegado. Ahora comienza una nueva etapa y la afrontaré como siempre: con una sonrisa, con ganas de aprender y de superarme, y dispuesto a dar lo mejor de mí.
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