Soy usuario de redes sociales. Desde siempre para mí han sido una forma de compartir lo que me gusta, unido a ese punto de egocentrismo y pseudo idolatría que supone recibir interacción. Nunca me las he tomado demasiado en serio, más allá de conocer gente (mucha de la cual, lo tengo asumido, no me echará de menos cuando deje de usarlas). Y la he conocido muy buena, todo sea dicho.
Por eso no puedo evitar una sensación entre sorpresa e incomprensión cuando veo a partidos políticos que basan su estrategia en las redes sociales; medios, programas y personalidades que miden su popularidad según el número de seguidores e interacciones que reciben, gurús que se aseguran expertos en social media capaces de hacer surgir cualquier marca a partir del trabajo en esos perfiles. Siempre me ha dado repelús ese aire de modernismo cool basado en community managers.
Todo eso no es nada. Un trending topic no es más indicativo de lo que piensan sus usuarios durante un rato. Para trabajar, para hacer verdaderas conexiones y contactos, para conseguir notoriedad y que un mensaje cale en las personas, no se puede quedar en un timeline: es necesario hacer calle, es imprescindible el cara a cara.
Pienso lo mismo cuando leo que un gran movimiento social ha tenido su inicio en las redes sociales. La experiencia ha demostrado que pueden ser un gran modo de organización, sin embargo, si a la hora de la verdad no tienen el apoyo de la gente de la calle, aquella que no usan tanto internet o que directamente no lo usa, se quedan en nada.
Muchas veces he leído que no hay diferencia entre la vida dentro y fuera de las redes. Desde luego, lo que hay detrás de la pantalla son personas con su complejidad, no números. Pero quienes cuidan y atienden las redes sociales, ya sea para compartir o para informarse, es una minoría, y eso no podemos olvidarlo.
Estaré encantado de leer opiniones que me rebatan.
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