Recuerdo que creí en los Reyes Magos durante mucho tiempo, al menos bastante más de lo que el resto de niños de mi entorno dejaban ver. Cuando les preguntaba a mis padres, ellos me decían «¿tú qué crees?», y yo que sí, que los Reyes existían, y ellos me decían: «pues entonces ya está».
Cuando los otros niños me preguntaban en la clase o escuchaba conversaciones sobre este tema, yo aseguraba saber que los Reyes son los padres, ¡por supuesto!, pero en realidad seguía creyendo en ellos. Así daba la apariencia de ser mayor, tan al gusto de los niños de mi entorno, cuando en la intimidad seguía con mi inocencia y mi imaginación desatada. También aparté los juguetes bastante tarda, pues menudas batallas campales me montaba yo con mis Power Rangers. Ellos parecía que habían dejado los juguetes hace años, y que buscaban en los armarios para ver los regalos antes de tiempo. Niños grandes y malotes, era la estética del momento.
Cuando esta ilusión por Sus Majestades desapareció, me fui a mis padres y les dije «Venga, va, sois vosotros, ¿no?». «¿Tú qué crees?», me dijeron, como siempre. «Que sois vosotros». Y la respuesta volvía a ser la misma: «pues entonces ya está». Y desde entonces entré en un mundo un poco más adulto, en el que los padres son los que se patean las tiendas en busca de aquél juguete tan escurridizo y que todo el mundo quería, hacen recados a nuestros tíos para que «los Reyes de su casa» tuvieran algo, y los que hacían los grandes esfuerzos por vernos la cara de felicidad aunque estuvieran pasando por malos momentos económicos.
Hoy, pasado el tiempo, me pongo trascendental con este asunto y el modo en que mis padres trataron mi creencia con los Reyes me parece encomiable por lo sencillo y acertado del gesto. Con esa sencilla pregunta me decían que para ellos lo más importante era lo que yo creyera, que no me dejara influenciar por los demás niños; en cierto modo, que tuviera el espíritu crítico para tomar mi decisión en este tema.
Quizá pueda leerse que yo me engañaba a mí mismo y/o que mis padres contribuían a ello pero, ¿qué más da? Era lo que yo quería creer, y en el tema de las creencias (y lo amplío a cualquiera) lo único que importa es lo que quiera pensar la persona, mientras esta respete lo que piensen de los demás. En este caso hablamos de una creencia infantil, tarde o temprano llegaría yo mismo a darme cuenta de la realidad, ¿por qué forzarlo antes de tiempo?
Cuando hablamos de niños, tenemos que procurar que crezcan poco a poco, acompañarlos en el proceso, pero no forzarlo, sobre todo en asuntos como este, una creencia infantil, inocente, que no hace daño a nadie. Obviamente, esto no se podría aplicar a aspectos más concretos de la realidad, en los que hay que dar una explicación sencilla para que el niño no se aleje de ella más de lo necesario.
Curiosamente, ahora hablo con la gente de mi edad en términos de «qué, ¿cómo se han portado los Reyes?». Puede verse simplemente como el reflejo de la tradición, que el día seis hay regalos y eso se llaman los Reyes Magos, pero yo prefiero pensar que seguimos conservando parte de esa inocencia, aunque seamos conscientes de la realidad. Porque, si no tuviéramos un poco de inocencia y estuviéramos siempre con los pies en la tierra, qué aburrimiento, ¿no?
La inspiración para esta reflexión tan a destiempo ha llegado con una entrada en Desequilibros sobre este asunto, en relación con la lectura.
Si consideráis que mi modo de ver estos asuntos no es el más adecuado, estaré encantado de leer cualquier opinión al respecto en los comentarios. ¿Cuál fue vuestra relación con los Reyes Magos y con los niños de vuestro entorno?
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