Comercio local, consumo responsable, software libre, y tantas otras causas. Hoy he leído un decálogo para disminuir el abismo entre ricos y pobres, y ese es el pensamiento que me ha quedado: todo está relacionado, cualquier pequeña decisión que tomemos en estos campos radicará en el beneficio común.
En esta entrada voy a plasmar una serie de pensamientos dispersos que, creo, están relacionados con estos temas, aunque quizá sólo me sirva a mí para sacarlos de mi cabeza.
En el pasado he sido muy impulsivo en estos temas. Lo llevo al terreno tecnológico, que es lo que más controlo. Tengo un Kindle y uso Amazon para comprar productos puntuales, tengo un Sony Xperia S porque quería un móvil bueno, me apunté a los grandes recolectores de datos como Google, Facebook o WhatsApp, en estos dos últimos aun sabiendo lo que hacen con ellos. Por comodidad, por el miedo a no tener una característica, por evitar un supuesto aislamiento social.
Para los aparatos, BQ, empresa española, tiene tanto ereaders como teléfonos (mi tablet es uno de sus modelos), por lo que podría contribuir a la economía nacional. Quizá sus productos no son de primera línea, pero son españoles y de buena calidad. De las empresas de la red a estas alturas sobra decir que considero mucho más adecuadas las alternativas con software libre (este es el único movimiento que puedo hacer ahora mismo) y, en cuanto a los productos de consumo del día a día, creo que mucho mejor apoyar al pequeño comerciante que ir al Mercadona.
De vuelta en el tema tecnológico, cuando borro una cuenta de un sitio que sé que se alimenta de mis datos, tengo cierta sensación de que lo que hago es ir en contra el avance, de resistencia a lo nuevo, o de prescindir de algo que radica en mi beneficio en realidad. Pero cuando pienso que lo que hago es enriquecer a grandes corporaciones que ya tienen el bolsillo suficientemente lleno, creo que voy en el camino correcto al dejarlos a un lado. A esto se une que quiero tener el mayor control posible sobre mis datos, lo que me lleva a cerrar cuentas incluso de servicios más pequeños.
Varias veces me han preguntado que, si dejo de usar sus servicios, cómo se mantendrán en pie las empresas. Pienso que, como usuario, no es mi problema saberlo. Distinto es comprar o hacer uso de un servicio de un programador o pequeña empresa, pero en el caso de aquellas que controlan la mayoría de los datos, lo veo bastante claro.
En el futuro revisaré ese catálogo e intentaré llevar una vida acorde con estos valores más allá de la pantalla, siempre que sea posible. Ahora mismo yo no puedo hacer mucho más que pequeños movimientos en el terreno de la informática y la tecnología, un ámbito que, para muchos, no tienen ninguna implicación ética: se usa para satisfacer necesidades y punto. Igual que comprar en Amazon o en Mercadona porque es más barato: al final lo que hacemos es crear mayor desigualdad, lo cual se relaciona con la idea inicial del decálogo.
Todo esto lo pienso de un modo sosegado, o eso creo. Puede que dentro de dos días me veáis actuar de un modo que choque con estas palabras. Intentaré que no sea así, pero me conozco demasiado bien como para comprometerme en algo así. La comodidad tira demasiado y yo funciono por fases.
No debe leerse esto como un desprecio hacia internet o hacia la sociedad en general, porque sería absurdo. No me considero ningún rebelde sin causa, ni voy a criticar a quien tenga unas ideas distintas a las mías: ante todo está la libertad de elección de cada quién. Pero creo que estos pensamientos dispersos, que tengo desde hace unos meses y que plasmo sobre todo en mi cuenta de Pump.io, van en el buen camino o, al menos, en el que yo considero más correcto.
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