Perdóname, Tux, porque he pecado. En los últimos tiempos he tenido pensamientos oscuros: me tentaba Apple con su simplicidad y sus diseños bonitos, me tentaba Microsoft porque ahora parece que respeta más al usuario que Google, pensé hacer de una cuenta de Outlook mi correo principal, o usar más Skype. Pero ahora he vuelto a la senda.
He vuelto a comprender que el único camino lógico, el único que lleva a la igualdad para todos al menos en el terreno de la informática, es el camino del software libre. Volver a encontrar páginas como LibreProjects, o PRISM Break, me demuestra que no hay lugar a dudas, a pesar de que las tecnologías más extendidas sean las privativas.
El software privativo es tentador. Con un Mac todo funciona y es bello, con Skype sólo tienes que pulsar el botón de llamada. Pero las mismas funciones se pueden tener con software libre, que me respeta como usuario y no me espía.
La diversidad del software libre es abrumadora, pero justo ahí está su grandeza: si una opción no convence, hay otras muchas donde probar. No sé hasta qué punto estaría dispuesto a pagar comodidad con privacidad o libertad, por lo que, aunque seguiré usando aquella tecnología privativa que me acerque a mis allegados, poco a poco me alejaré de ellas y procuraré, en la medida de lo posible, no entrar en más círculos cerrados. En lugar de ello intentaré atraer a la gente a los abiertos, a los que considero adecuados, aunque no pretendo, ni mucho menos, convertirme en un predicador del software libre.
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