Durante el Máster en Educación Secundaria leí La tercera revolución educativo de José M. Esteve, y fue una lectura que realmente me emocionó en muchos sentidos. Una de las ideas que más me marcó fue esta que ahora expongo y amplío a otros ámbitos.
Ya no hay líderes en las revoluciones. De hecho, hemos vivido muchas pequeñas revoluciones a lo largo de los últimos años, revoluciones de las que ni siquiera nos hemos dado cuenta (la progresiva normalización en la sociedad de la mujer y de la homosexualidad son dos ejemplos bastante evidentes, a pesar de lo que aún queda por luchar).
Si el paso del tiempo no ha distorsionado sus palabras, Esteve decía que en la educación estamos viviendo la que él llama esa tercera revolución. Esa tercera revolución se basa en esos docentes anónimos que luchan por hacer de los alumnos personas completas más allá de ser depositarios del conocimiento de un sabio maestro.
Yo he visto esa revolución en los centros en los que he trabajado. Me pueden citar a un pedagogo influyente, pero no será el único. Y un ideario no basta para poner la idea en marcha: es imprescindible que los docentes, la base de la educación, pongan en marcha el mecanismo.
Otro ámbito en el que se ha visto una pequeña revolución en los últimos tiempos es en el pensamiento político. No voy a hablar aquí de partidos o de la naturaleza del movimiento, pero que se produjera el 15M en España en tantos lugares a la vez supuso el culmen de una revolución y el principio de otra: la preocupación de la gente de a pie por un cambio político y social.
También pude aplicarse esto al ámbito tecnológico. Como ya expuse, GNU/Linux se extiende poco a poco gracias al esfuerzo de voluntarios y usuarios que lo recomiendan e instalan, al igual que muchas tecnologías libres y descentralizadas para la red. También la lucha por la privacidad.
En ambos casos quizá también se podría citar a algunos líderes (sobre todo en el segundo), pero de nuevo son dos caras conocidas entre muchísimas otras, personas sin las cuales hubiera sido imposible llevar a cabo cualquier mínimo cambio.
Defender esta idea me lleva a rechazar a los líderes de pensamiento. No me gusta que un individuo me diga qué tengo que hacer o qué pensar, me gusta extraer mis propias conclusiones a partir de lo que veo, formar parte de una revolución silenciosa compartida con mucha gente para conseguir un mundo algo mejor para futuras generaciones.
¿No se trata de eso, a fin de cuentas?
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