Sobre autoexigencia y soltar lastre

Ya no soy ese jovencito con ganas de hacer muchas cosas a la vez, y eso no tiene por qué ser necesariamente malo. Bajar esa autoexigencia supone soltar lastre y renunciar a ciertos proyectos e ideas.

El pasado

Cuando era más joven podía ir a clase, dedicar tiempo a trabajos o estudio por las tardes, jugar videojuegos, hacer imágenes por puro ocio, participar en foros y un larguísimo etcétera.

Cuando empecé a trabajar todo esto cambió por razones obvias. Ya las clases no eran un ejercicio casi pasivo sino que era yo quien debía impartirlas, y eso me obligó a centrarme mucho en ello durante mucho tiempo, junto con todas las exigencias de la docencia. Incluso siendo consciente de ello, siempre me ha rondado la culpa por no hacer más, por ya no ser capaz de abarcar tanto como hace unos años.

Este es otro tema en el que la baja de 2024 me permitió pensar con detenimiento y llegar a varias conclusiones. La más importante: debía soltar lastre.

Proyectos académicos

Una de las ambiciones que tenía era seguir estudiando. Hacer otra carrera, doctorarme, hacer otro máster o lo que fuera. Fui a la universidad a preguntar por el doctorado y me dijeron que, por ser trabajador y discapacitado, disponía de nueve años.

Y ahí fue cuando me entró el vértigo. ¿De verdad me merece la pena dedicar años de mi vida (no necesariamente nueve, pero varios) para conseguir un papelote (perdón por la simplificación) que, a efectos prácticos, no me sirve para nada?

La respuesta fue muy rápida y muy clara. No. Yo ya estoy en una posición con la que me siento cómodo, impartiendo mis clases y, en la medida de lo posible, dedicando tiempo a mi ocio. No tengo necesidad real ni de un doctorado ni de conseguir otra titulación.

Una vez en este punto me paré a analizar el porqué de esta ambición. A mí me gusta investigar y escribir sobre esas investigaciones, me gustaba hacer trabajos académicos con su bibliografía y su lenguaje académico. Todo eso lo dejé de lago cuando empecé a trabajar, más allá de algún tímido acercamiento en este blog.

Precisamente ahí estaba la respuesta. Si quiero escribir en profundidad sobre algún tema, tengo este blog o lo puedo mover sin necesidad de estar matriculado en ninguna parte. Y si quiero investigar sobre algún tema (filosofía, periodismo, pedagogía) tengo montones de libros y artículos para informarme a mi ritmo sin atarme a exámenes, trabajos y fechas de entrega.

El afán por investigar y aprender siempre estará ahí. Al final soy una persona inquieta en lo intelectual. Tengo la suerte de vivir en un momento donde hay muchísimo conocimiento muy accesible y la formación para distinguir qué es bueno y qué me interesa. No necesito matrículas, no necesito plazos de entrega. Puedo ir a mi ritmo.

Proyectos online

Quise hablar de historia de literatura. Quise hablar sobre temas que atraigan a adolescentes. Quise hacer muchísimos proyectos más.

De nuevo, las circunstancias me han llevado a una conclusión parecida a la del apartado anterior. No tengo necesidad ni las circunstancias (propias y ajenas) me son propicias.

Al final soy un pequeño creador (si se me permite el calificativo) que tiene un blog personal y un pódcast sobre carnaval de Cádiz que grabo con un amigo. ¿Tengo necesidad de más?

Inquietud, sí. Necesidad, no.

Más allá de otros proyectos, en más de una ocasión me he sentido mal por no actualizar el pódcast personal, Divagaciones, o por no mantener una periodicidad fija en este blog.

Todo esto tiene que ver con una autoexigencia aprendida que no lleva a nada. Igual que no me beneficio de tener un doctorado, no me beneficio de dedicar más tiempo a proyectos online. Jamás tuve interés en ganar dinero con mis proyectos de la red, lo cual me permite no establecer ningún tipo de deuda con mis lectores u oyentes. Quien lee este blog o escucha mi pódcast sabe que son proyectos personales de alguien muy variable. ¿Por qué obligarme más?

Por supuesto, sé que aportaría mi granito de arena si iniciara un proyecto online más serio, pero llevarlos a buen puerto requiere un compromiso que ahora mismo no me conviene.

Por lo tanto, también he aprendido a deshacerme de esas inquietudes. Si en algún momento me apetece escribir sobre un tema, lo hago en este blog y no pienso en iniciar un proyecto nuevo. Y si lo inicio, lo haré con las exigencias muy medidas.

Autoexigencia aprendida

Quienes han vivido el mismo internet que yo (me gusta decir «quienes nos hemos criado con el mismo internet») saben lo mucho que nos han machacado con conceptos como la marca personal, el emprendimiento y la productividad. Hay que ser productivo incluso en el tiempo libre y dedicarlo a proyectos personajes que nos hagan crecer.

Pues ya no más. Si tan solo puedo dedicar mi tiempo libre a mirar al techo o tener de fondo una película que he visto mil veces porque mi cerebro no da más de sí, no pienso sentirme mal. Si este blog está un mes sin actualizar, no pienso sentirme mal. Si tengo que decirle a mi amigo que necesito parar Radio Al compás, como ya ocurrió, no pienso sentirme mal.

No pienso sentirme mal por todo aquello que no haré y que, en esta página de mi vida, no tengo necesidad de hacer.

Ya soy un adulto con suficientes preocupaciones y exigencias externas, incluso estando soltero y viviendo solo. No pienso dejar que una autoexigencia aprendida y que en realidad no tienen nada que ver conmigo me amarguen la vida más de lo estrictamente necesario.

Conclusión

Esto no quiere decir que jamás vaya a matricularme en nada más, o que jamás vaya a iniciar otro proyecto online. Soy una persona variable e inquieta y cada vez huyo más de sentencias grandilocuentes. Lo que tenga que venir vendrá. Lo que sí tengo claro es que haré un esfuerzo activo para que esa autoexigencia aprendida no sea lo que me marque el camino a seguir.

Por supuesto que tengo ideas para proyectos, por supuesto que me encantaría tener otro título, por supuesto que me gustaría leer más, ver más cine y series, jugar más videojuegos, por supuesto que me encantaría escribir un libro o publicar más en este blog. Pero mis circunstancias son las que son y mi vida es la que es, no pienso fustigarme por no hacer más de lo que me permita el momento vital en el que me encuentre.

Tengo una licenciatura en Filología Hispánica, un máster en Profesorado, un B1 de Inglés por Cambridge, once años de experiencia docente, escribo un blog personal y grabo un pódcast sobre carnaval. Como se dice en mi tierra, ¿qué más quiere, Cadi?

Categorías:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *