Una idea tonta que lleva años pasándome por la cabeza y que nunca había expresado en público (quizá por ser consciente de lo tonta que es).
Hace unas décadas era costumbre (u obligación, según el caso) ir a misa. Hoy esa costumbre se ha perdido casi por completo, más allá de alguna celebración.
Cada vez que entro en alguna iglesia, me sorprendo de la paz y tranquilidad que se respira en esos lugares. Y hay una parte de mí que se pregunta: ¿estará relacionada este aumento de ansiedad y estrés por haber perdido ese rato de paz y tranquilidad? ¿De estar un rato a la semana centrado en otro tema que no sean los problemas cotidianos?
Esto es una simplificación brutal. Las exigencias respecto a la religión, los ritmos de vida, los trabajos, las preocupaciones del día a día han cambiado muchísimo desde que era habitual ir a misa. Pero quédate con la idea más simple y sigamos.
Llevamos unos años en los que vemos el auge de la meditación, el yoga, la vuelta a la escritura manual. En definitiva, encontrar un rato cada tanto para centrarnos un poco en nosotros mismos y dejar de lado, aunque sea un poco, los problemas. Parar.
Justo lo que se hacía en misa.
No seré yo quien abogue por rescatar una costumbre asociada a una religión, en la mayoría de casos impuesta por una sociedad y unas tradiciones. Pero no tengo pruebas ni tampoco dudas de que no contar con ese ratito de recogimiento ha tenido sus consecuencias.
Y oye, quizá ir a misa no sea la recomendación más adecuada a estas alturas de la película. Pero sí deberíamos buscar ese momento de tranquilidad como el que propiciaba la iglesia en otras generaciones.
O algo. Yo qué sé.
Deja una respuesta