Me estoy quedando calvo. Es un proceso lento pero sin remisión.
Cada vez el flequillo está más arriba, cada vez la frente es mayor, cada vez se clarean más ciertas partes de mi cuero cabelludo.
Y todavía tengo suerte. Varios hombres de mi familia se quedaron calvos mucho antes que yo. Pero mucho. Yo tengo casi treinta y seis y aún aguanto.
¿Por qué el cuerpo humano está hecho de tal forma que uno pierde pelo en la cabeza, lugar público y visible, mientras le crece más en la barba, la espalda, la nariz o las orejas?
Yo soy un hombre bastante peludo, y ver que el pelo se vacía mientras todo lo demás sigue igual, o incluso aparecen pelos en lugares donde antes no había, provoca cierta frustración.
El pelo es parte de nuestra imagen personal. Es algo que vemos a diario al despertar y en fotografías. Y ver cómo poco a poco uno va de un pelo bien nutrido a esa frente cada vez más amplia tiene su punto de resignación y tristeza.
Cuando comento esto con ciertas personas, me dicen rápidamente que me someta a un tratamiento capilar. Y a pesar de que supone un golpe en el autoestima ver cómo la cosa clarea, no tengo la necesidad de solucionarlo con implantes.
Ni yo soy tan presumido (no tengo peine en mi casa, prefiero cortarme el pelo bien corto cuando toca) ni mi trabajo depende de la imagen que proyecto. Al final, un tratamiento es un tratamiento, por sencillo que sea, y no me someteré a uno por mantener mi imagen personal. Respeto y apoyo muchísimo a quien lo haga, pero no me lo planteo.
No soy yo una persona que reniegue del paso del tiempo. Al revés. Cuando todo el mundo pide que no le recuerden o le pregunten la edad que tienen, a mí no me importa e incluso me enorgullece decirlo. Señal de que se ha vivido. Los años solo traen consigo experiencia. Pero qué rabia da que esa experiencia se manifieste en pérdida de pelo.
Pero como no puedo hacer nada por evitarlo y no me voy a someter a ningún tratamiento, solo me queda lamentarme.
Tengo claro que llegará un momento en el que no me gustará mi reflejo y tomaré la maquinilla eléctrica para pelarme lo más corto que pueda (o afeitarme, directamente). No sé cuándo ocurrirá, pero sé que ocurrirá.
Y echaré de menos mi pelazo, que nunca fue pelazo pero era mío.
PD: Sobra decir que esto son lágrimas de señoro. Cualquier mujer que me lea se reirá muy fuerte en mi cara con todas las exigencias sociales a las que se ven sometidas a diario.
Deja una respuesta