En esta sociedad, hay que tener más de treinta años y menos de sesenta, ser guapetón, estar casado, tener pasta, medir un metro ochenta, ser católico y apostólico y romano, de derecha moderada (se permite también ser de izquierda moderada si el billetero y la cuenta del banco son de derechas) y, por supuesto, ser muy macho, ir por la vida avasallando con los cojones por delante.
Todos los que no son así (la inmensa mayoría) pecan de algo. Es una vergüenza ser pobre, ser viejo, no ser adulto, ser mujer, ser negro, ser bajito, ser gitano, ser minusválido, ser gordo, ser homosexual, ser ateo, etc. En mayor o menor grado la sociedad margina, desprecia y reprime a la inmensa mayoría de las personas.
Es una jugada muy hábil. Mediante la propaganda y el lavado de coco se consigue que todo el mundo desprecie a todo el mundo. Al blanco bajito le queda el consuelo de despreciar al negro alto. A los hombres, por miserables que sean, les queda el consuelo de despreciar a las mujeres. Los viejos desprecian a los jóvenes, los jóvenes a los viejos, los heterosexuales a los homosexuales, los de la ciudad a Ios del campo, etc.
Se trata, en una palabra, de que todos tengamos a alguien a quien despreciar, marginar y humillar descargando así los desprecios y humillaciones que nosotros mismos recibimos.
Søren Hansen y Jesper Jensen: El libro rojo del cole, 1969
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