Los usuarios o clientes (que no «consumidores», respetémonos un poco) estuvimos décadas demandando opciones legales a buen precio para pagar por la cultura y dejar la descarga.
El mundo ideal…
Llegó Spotify y fue un triunfo. Cada vez más gente se suscribía para escuchar toda la música que pudiera soñar. Todo bien.
Apareció Netflix. Estaba todo, era barato, permitía compartir cuenta. Todo bien.
Sin embargo, esta situación lleva rota bastante tiempo.
…que se rompió
Spotify se dedicó a patrocinar equipos de fútbol, comprar redes y hosting de pódcast, ocultó el feed RSS de esos pódcast en su reproductor y, posteriormente, subió los mínimos para pagar a los artistas.
Esto, obviamente, fue acompañado de una subida de precio para los usuarios.
Por su parte, Netflix optó por la cantidad en lugar de la calidad en sus producciones propias para atar a sus usuarios a su plataforma y, con el tiempo, redujo las opciones de suscripción, metió anuncios y complicó el compartir cuenta que ellos mismos usaron para darse a conocer.
Esto, obviamente, fue acompañado de una subida de precio para los usuarios. Al menos, si no querían ver anuncios.
Pero ya no está todo en Netflix. Amazon sacó su Prime Video, compró MGM, metió anuncios y bajó la calidad si no pagas un extra. HBO España pasó a HBO Max y HBO Max pasó a Max, ahora incluye anuncios y, si no tienes una oferta de lanzamiento, es más caro.
Pero es que también está Disney Plus, Apple TV Plus, Movistar Plus, SkyShowtime, Crunchyrroll y tantas otras.
Las películas y series ruedan de una plataforma a otra o, directamente, desaparecen de todas ellas. Incluso producciones propias, da igual. El destino más amable es que cancelen una serie cuando no llega a los números que la plataforma quiere.
Y todo esto ocurre a la vez.
Ni siquiera entro en la parálisis por análisis que supone, en ocasiones, tener muchas opciones donde elegir.
Estas prácticas son abuso de poder hacia los usuarios, a los que ven, simple y llanamente, como un bolsillo infinito.
Esta ya me la sé
Esta es una estrategia que se ha visto muchas veces. Aparece una herramienta con unas condiciones fantásticas porque tienen una financiación inicial muy fuerte y pueden ir a pérdidas. Esa herramienta se convierte en un estándar de facto hasta que tiene a sus usuarios tan atados y es tan indispensable en su día a día que se puede permitir aumentar el precio y las restricciones porque ya los usuarios no se van a ir. Pienso en Evernote, pienso en Twitter y pienso en estas plataformas de streaming.
«Uf, han subido los precios. Pero es que lo uso mucho y, en realidad, sigue siendo barato». Y es cierto. Se han encargado de que sea cierto. No hay que negar el hecho de que comprar toda la cultura a la que accedemos habitualmente los usuarios en esas plataformas sería mucho más caro que esa suscripción. Pero hay que poner en una balanza que no solo pagamos con dinero.
¿Dónde estaba el parche?
Conmigo que no cuenten. Aunque pueda pagar no voy a contribuir a modelos de negocio predatorios que se basan en engañar a los usuarios. Lo único que consiguen con este juego sucio es que desconfíe de cualquier nueva empresa que diga ser amiga mía y que me va a cambiar la vida con unas condiciones fantásticas porque, queda demostrado, ninguna mantiene su palabra.
Me he plantado y he vuelto a la solución que, ahora lo veo, nunca debí abandonar. El P2P. La cultura se comparte y sigue en manos de los usuarios mientras pago por mi entrada de cine y por las ediciones en físico que de verdad quiero tener.
Como efecto colateral he reducido mis opciones y me centro más en disfrutar lo que tengo sin pensar en todo lo que aún no he visto o escuchado.
La industria cultural nunca ha sido amiga de los usuarios. Basta ver que nos cobran un canon solo por si da la casualidad de que usamos ese disco duro para guardar descargas. En ceirto modo, nos legitiman para descargar. Y no son pocos los artistas que ya se han quejado ante el modelo de Spotify y del streaming en general.
No pienso tener remordimientos por tomar esta decisión, y me consta que no soy el único que la ha tomado. Por algo será.
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