Vemos figuras en la red que comen solo de pedidos a domicilio, o que usan empresas que mandan la comida en bandejas, para echar más horas a un videojuego. He tenido compañeros de universidad que dormían poco porque así aprovechaban más el tiempo. Y seguro que conoces a alguien que trabaja hasta altas horas de la noche para entregar ese proyecto que, en realidad, no necesitaba estar per-fec-to.
Lo preocupante no es que estas personas tomen sus decisiones. Lo preocupante es que este mensaje de productividad absoluta haya calado hasta el punto de que estas decisiones se vean como algo normal e incluso deseable.
Dormir bien es una necesidad básica del ser humano. Y si estos periodos de sueño coinciden con las horas de oscuridad, mejor que mejor.
Cocinar es una habilidad cada vez menos apreciada, pero hacerlo no solo beneficia al bolsillo (puedes hacerte un plato con muy poco dinero), sino también (y sobre todo) a la salud.
Desde muchos lugares se nos empuja a ser los mejores y competir incluso en nuestro tiempo libre y a una productividad extenuante, como si fuéramos a heredar la empresa en la que trabajamos.
Cocinar y dormir no son pérdidas de tiempo. Tampoco lujos. Es tiempo que nos concedemos a nosotros mismos y a nuestra salud.
En la cocina, ni la habilidad ni el tiempo deberían ser excusa. A mí no me gusta cocinar y soy extremadamente torpe con las manos, pero puedo cortar unas verduras para ponerlas en una freidora de aire (u horno en su defecto) y hacer un filete vuelta y vuelta. Una comida sana que lleva veinte minutos.
Generalizar es peligroso y sé que no todo el mundo dispone del tiempo necesario para hacer una cosa, la otra o las dos. Yo mismo no he valorado el cocinar hasta hace poco ni duermo bien en ciertas épocas.
Sin embargo, si lo habitual es que no dispongamos del tiempo para dos cuestiones tan básicas para nuestro bienestar, significa que algo hemos hecho tremendamente mal como sociedad y deberíamos cambiarlo. Peor aún si disponemos de ese tiempo pero decidimos usarlo en algo por pura competición. Plantear esta idea y pensar en ella es, quizá, un primer paso necesario.
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