Cuando leo al Adrián de hace cinco años, y cuando recuerdo al Adrián de hace tan solo unos meses, suelo encontrarme a un Adrián enfadado. Enfadado porque se creía ciertos discursos que luego descubrió que no iban con él, enfadado por el comportamiento de sus alumnos, enfadado por la burocracia en su trabajo. Enfadado por demasiados temas.
Y ya no quiero ser más ese Adrián.
Al final, sin darme cuenta yo también formé parte en este blog de ese internet siempre cabreado del que un día hablé.
Los meses de baja me han servido para ser consciente de muchos temas, y este es uno de ellos. No quiero usar mi tiempo en críticas destructivas en internet, ni en leer insultos a otras personas. No quiero estar siempre enfurruñado por mi trabajo.
Y si alguna vez me enfado (porque al final soy humano), quiero ser capaz de tomar distancia, ver el porqué de ese enfado y tomar acción, si puedo. Pedir disculpas, expresar mis sentimientos. Construir en positivo.
Ya hay mucha gente enfadada todos los días, no hace falta que yo también lo esté o, al menos, no tanto y tanto tiempo.
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