La conveniencia y los límites de las etiquetas en la cultura

Los seres humanos tenemos una relación algo extraña con las etiquetas. Tenemos la necesidad de etiquetar la realidad para crear categorías y grupos, necesarios para comprender mínimamente el mundo que nos rodea. Sin embargo, esas etiquetas pueden marcar unos límites de los que es muy difícil escapar. 

Hay varios ámbitos culturales donde veo esta doble naturaleza de las etiquetas: cine, literatura, videojuegos y música. 

Carteles y portadas

A poco que observemos un poco la manera que tienen de vendernos películas y libros, veremos unas pautas que se repiten siempre según el género. 

Las películas de acción suelen tener contraste entre naranja y azul, colores opuestos. Las novelas románticas usan tipografía caligráfica y suelen tener una pareja en la portada. 

Carteles con unas piernas en primer plano, parejas recostadas en la espalda del otro, personajes ocultos con colores oscuros… hay un montón de convenciones que se repiten siempre. 

Esto establece en el espectador o lector unas claves que hacen reconocible la obra sin necesidad de conocerla en profundidad. Ya con el tipo de letra, los colores y los elementos en portada o cartel nos hacemos una idea rápida de qué vamos a encontrar dentro. 

¿Qué ocurre cuando el libro o película nos ofrece justo lo que promete su portada? ¿Buscamos justo no que nos ofrece ese cartel o queremos algo más? ¿Deberíamos pedir algo más de lo que nos anuncia ese cartel o portada?

Géneros en videojuegos

Los géneros en los videojuegos nacieron relativamente pronto cuando el medio vio la luz. Arcades, juegos de rol, de acción, de deportes… 

Podemos pensar en una etiqueta reciente como los soulsborne o soulslike, cuyo juego de origen (Dark Souls o Demon’s souls) toma elementos de otros cuantos géneros. Según creo (me perdonen los entendidos), estos juegos son Zelda Ocarina of time con un sistema de combate muy pulido y con más reto, mezclado con elementos RPG. 

Otra etiqueta muy popular entre los indies es metroidvania, que viene de dos títulos que vieron su auge en los años 80-90. Sin embargo, ¿qué define a un metroidvania? Es una mezcla entre plataformas y acción cuyo único elemento definitorio es, quizá, volver a diferentes puntos del mapa según conseguimos unas habilidades que nos sirven de llave. 

Si lo simplificamos muchísimo, lo que han hecho los videojuegos en todo su tiempo de vida es mezclar esos elementos base para crear algo nuevo, que es, básicamente, el resumen de toda creación cultural. Hay géneros que se ponen de moda y otros juegos copian el título que le dio el impulso. El resultado puede ir desde juegos mediocres, que copian y no aportan, hasta verdaderas joyas, pasando por juegos decentes sin más. 

Géneros musicales

Si pensamos en géneros musicales, seguro que nos vienen un montón en menos de un segundo: pop, rock, heavy metal, rap, jazz, blues, electrónica… Curiosamente (o no), la mayoría géneros nacidos en norteamérica, pero eso sería otro debate. 

Seguro que también caemos rápidamente en grupos que fueron criticados por salirse del género con el que empezaron o con el que se hicieron conocidos. 

El caso que más de cerca me tocó a mí fue Mägo de Oz. En mi adolescencia fui muy aficionado a sus discos Fnisterra y La leyenda de la mancha (de hecho, siguen estando en mi lista de discos favoritos). 

Cuando decía, ya sea en persona u online, que me gustaba el heavy metal y nombraba Mägo de Oz, a menudo se repetía la misma repsuesta. 

Eso no es heavy.

A mí, sinceramente, me daba igual. Me gustaba Mägo de Oz y muchos otros grupos que hacían lo que yo llamaba heavy metal melódico para diferenciarlo de esos grupos que usaban voces guturales y un sonido más agresivo. No tenía ni idea entonces ni tengo ahora de si tal cosa existe. 

Con esta etiqueta me refería a WarCry, Avalanch, Saratoga, Stravaganzza y grupos similares. Los entendidos podrán decirme que estos grupos, de trayectoria muy prolongada, han pasado por diferentes fases en su sonido, y me importa lo mismo que si existe el heavy metal melódico o no. Yo tan solo escucho los discos que me gustan. 

En conclusión

A mí las etiquetas siempre me han dado bastante igual porque, al final, funciono por recomendaciones. Un amigo, un conocido o un sitio que sigo me recomienda un libro, una película, un videojuego. La obra me llama la atención por las razones que sean y yo la disfruto, sin más. 

Sin embargo, sería absurdo por mi parte rechazar esos elementos de mercadotecnia que logran crear unas estanterías en mi cabeza y meter esa obra en una de ellas solo al contemplar algunos elementos. 

Hay momentos de mi vida en los que pensaba que esta simplificación es muy negativa para una obra cultural. Hoy en día es algo que simplemente acepto y a lo que veo ciertos beneficios. Nuestro día a día ya es bastante complicado de por sí: no pasa nada por simplificarnos un poco la decisión al acercarnos a una obra, siempre que tengamos claro el simple hecho de que esa obra no tiene por qué adaptarse completamente a esos esquemas previos.

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