Agotado

En estos días encaro las correcciones de los últimos trabajos del trimestre, tengo la última evaluación y, después, burocracia final. Llegados a este punto, me apetece y casi necesito escribir el estado laboral en el que me encuentro.

Resumen ultrarrápido

Puedo decir que este ha sido uno de los trimestres más duros que he vivido. Estoy destrozado, agotado anímicamente, y necesito tomar decisiones.

El primer trimestre en general

Comienzo con unos antecedentes muy generales. En estos meses se unen dos factores que están presentes siempre y que inciden en mi estado de ánimo.

El primero es que el primer trimestre tiene una mayor carga de trabajo: hay que conocer al alumnado, hacer una evaluación inicial, poner en marcha toda la burocracia, hemos tenido que hacer incluso más por la puesta en marcha de la LOMLOE… Un horror.

El segundo es que en octubre ocurrió algo que, a nivel personal, siempre me baja los ánimos en esta fecha. Siempre paso el final del año más triste de lo que me gustaría.

Condiciones de este curso

Este es el tercer curso en el que trabajo en el mismo destino definitivo. El instituto está en otra localidad y debo invertir como una hora para ir y otra hora para regresar del trabajo.

El camino en sí no me molesta. De hecho, es una excusa para no trabajar. No puedo trabajar en el camino al trabajo: estoy de camino al trabajo. Esos momentos suelen ser para mí, para reflexionar sobre el punto en el que estoy o para escuchar algo (música, audiolibros, pódcast).

Pero este curso me han puesto un horario que me viene muy mal. Acabo cuatro días a última hora y tengo las clases después del recreo. Eso quiere decir, primero, que el alumnado lleva tres horas o más de clase a sus espaldas y llega agotado y, segundo, debo coger un tren que se llena de gente y no me puedo ni sentar. Llego a casa a las cuatro menos veinte, almuerzo y descanso un poco.

Los martes y los jueves voy a entrenar a las cinco y media. Cuando me doy cuenta, la tarde perdida. He pensado en prescindir del entrenador, pero es algo que de verdad no me gustaría.

Los miércoles tengo tutoría, y este curso yo me he comprometido con un grupo bastante complejo. Sabía que me iba a requerir mucho trabajo. Quizá no debí hacerlo, pero es algo que me nació el curso pasado.

Esto quiere decir que, tres días en semana, tengo las tardes más limitadas, y hay muchas en los que acabo tan cansado que soy incapaz de trabajar más. Hay muchas correcciones que he hecho muy tarde y he tenido siempre la impresión de que no llegaba a cumplir con mis obligaciones, ni em el tiempo ni em las condiciones adecuadas.

Mi trabajo, una trampa mortal

Este curso he elegido niveles bajos. Tengo un grupo de primero, dos de segundo y uno de cuarto.

Menos mal que cogí uno de cuarto porque el comportamiento de los otros tres ha sido tan malo durante todo el trimestre que ha supuesto un poco de relajación entre tanto grito y tanta tensión por mi parte.

Elegir cursos bajos tiene una ventaja: se trabaja menos por la tarde. Pero tiene el gran inconveniente de que las clases son una guerra.

Si hubiera elegido cursos altos, sería al revés: las clases serían más tranquilas, pero aumenta la complejidad de la preparación y correcciones.

Hay compañeros que me dicen que me vaya a la tarde, pero en ese caso las clases serían muy tranquilas, sí, pero tendría que afrontar enseñanza semipresencial con doscientos matriculados. He estado ahí y sé lo que es corregir tantísimas tareas en muy poco tiempo. No lo quiero.

Los ánimos por los suelos

Durante este trimestre he estado tan fastidiado de ánimos que no he tenido ganas ni he sido capaz de imponer un poco de orden en mis clases. Un mínimo. El alumnado me ha tomado por el pito del sereno y ha hecho en mis clases prácticamente lo que he le ha dado la gana.

Salgo de casa pensando en el trabajo. Llego a casa pensando en el trabajo.

Si un día decido que no voy a dedicar la tarde a trabajar porque estoy agotado, tengo la sensación constante de que «no llego» y ni siquiera disfruto de ese tiempo de ocio que me había impuesto.

En diciembre he dejado el entrenador (siempre lo hago) y me he puesto al día. Pero es que no quiero dejar el entrenador el resto del curso.

He estado a puntito de darme de baja, y no sé si la razón sería estrés, depresión o las dos cosas. Y no descarto que pueda ocurrir en lo que queda de curso.

No es algo nuevo

Cuando llegué a este instituto, yo ya arrastraba mucho cansancio. Había solicitado una reducción de jornada del 33% por interés particular, pero justo ese curso, la Junta de Andalucía se las cargó. Por interés particular ya solo se puede solicitar un 10% que, a los efectos, no es nada.

Por otro lado, por más que sea una carta que no me gusta jugar, tengo una limitación real en mi día a día: una deficiencia visual bastante grave. Quiera yo o no quiera, hay ciertas cuestiones que no hago tan rápido como el resto de mis compañeros. Y acaba pasando factura en las épocas de mayor estrés.

En nueve cursos que llevo (este es el décimo) he lidiado con ser novato y aprenderlo todo a palos, trabajar a más horas de las que nos correspondía debido a los recortes, dos cambios legislativos, el aumento de la burocracia, un confinamiento y con una falsa enseñanza semipresencial.

Yo creo que son bastantes razones para estar cansado.

Sin ilusión

Lo peor es que ya preparo las clases sin ilusión. Miro qué debo impartir el día siguiente, busco una actividad en unos minutos, y a otra cosa. Normalmente, seguir con burocracia u organizando otras cuestiones que no son preparar las clases.

Además, me siento muy desconectado de todo lo que ocurre a mi alrededor. Cada nuevo incidente en mi tutoría, cada nueva ocurrencia de la Junta de Andalucía que debe ponerse en marcha para ayer, supone una losa más en mi espalda con la que me pregunto: «¿por qué tengo que ser yo quien lidie con todo esto?»

Llevo mucho tiempo en el que me cuesta muchísimo ponerme a trabajar cuando estoy en casa, lo cual implica que esté todo el día pensando en el trabajo. Lo hago pero a regañadientes y con la sensación de ir tarde, siempre.

Muchas de estas cuestiones las trabajé el curso pasado con un psicólogo, y creo que es uno de los motivos por los que no me he venido abajo aún más, si cabe. Soy capaz de darme cuenta del punto en el que estoy y, más tarde o más temprano, tomar acción sobre ello.

Debo tomar decisiones

Hace una semana sentí que toqué fondo a nivel anímico y decidí que ya tocaba volver a subir. Aunque fuera un poquito.

En primer lugar, se acabó el Adrián blandito y desanimado en clase. No nos lo merecemos, ni yo ni el alumnado que puede disfrutar de (ya lo puedo decir a boca llena) un buen docente como yo.

He pedido ayuda a mis compañeros para esos grupos en los que veo a tantísimo alumnado descolocado que no sé ni por dónde empezar. Yo mismo me pondré más firme con esto y echaré sin contemplaciones a quien considere que lo merece.

Si confunden el respeto con el miedo, haré que me tengan miedo. Por desgracia, no parece que funcionen de otra forma.

Por otro lado, me he dado cuenta de un hecho tan sencillo de enunciar como complicado de clarificar en mi mente:

No puedo más. Estoy agotado.

El verano pasado decidí que me daría este curso de plazo para ver qué hago con mi vida. Me planteo incluso un cambio total de dirección, cambiar de perfil profesional, dejar la enseñanza y dedicarme a otro perfil en el que pueda, al menos, llegar a casa y desconectar.

Pero me gusta la enseñanza.

De momento, voy a informarme de las opciones que tengo. Una excedencia, una reducción de jornada por otros motivos, algo. Tengo una minusvalía que a lo mejor me sirve para algo más que una vía de acceso y me puede beneficiar para estos fines.

Lo que está claro que no puedo seguir así porque, de verdad, estoy a poco de colapsar.

Sé que no tengo que demostrar nada a nadie y que mi salud es lo primero. Pero también sé que yo me comprometí con un grupo de tutoría y que, en el fondo, me gusta lo que hago. Por eso, cambiar de perfil profesional o pedir una baja a mitad de trimestre lo consideraría una derrota. Es una tontería, pero es así.

Me informaré, acabaré este curso (si puedo), y el curso que viene, ya veremos. Y os lo contaré por aquí.

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Una respuesta

  1. Mucho ánimo Adrián, llevas mucho sobre los hombros y seguro que emcuentras alguna solución

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