Hace unos meses, Herman escribió sobre calcetines de dedos y luego Kev Quirk le respondió. Yo he usado calcetines de dedos muy puntualmente hace años, pero me quedé con la idea después de leer estas entradas.
Hace pocos días tuve cita con mi podólogo-posturólogo (suena muy pedante pero es maravilloso) y le pregunté por el asunto. Con entusiasmo me dijo que probara.
Me insiste mucho en que debo aumentar la fuerza en los dedos de los pies, mejorar mi pisada o cambiar ciertos aspectos, pequeños cambios que llevo meses introduciendo.
Con esta mentalidad, cuando me crucé con las entradas de Herman y Kev tuve un pensamiento muy simple:
¿Por qué metemos los pies en unas manoplas?
Todos los dedos ahí apretujados, limitados, con un espacio estrechísimo para moverse, no ya solo por el zapato en sí sino también por el calcetín.
Yo juego muchísimo con los dedos de los pies. De siempre me ha gustado usar zapatos con la puntera ancha para tener libertad en los dedos. Usar estos calcetines me parece un paso lógico.
Además, tengo un ojo de gallo en el dedo anular de mi pie derecho apuntando al meñique. No duele pero es molesto. Usar estos calcetines puede ser una buena forma evitar que crezca de nuevo.
Hoy mismo me han llegado cinco pares de calcetines de dedos y me he sentido francamente cómodo al usar uno de ellos. Eso sí, nadie quita que son más engorrosos a la hora de ponerlos, por aquello de meter cada dedo en su sitio.
En definitiva, es una de estas cosas en las que nunca me había parado a pensar y, a pesar de ser un experimento algo estrambótico, lo único que pierdo por probar es tiempo y algo de dinero. Me parece asumible.
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