Desde los medios de comunicación llevan meses haciendo campaña contra la jornada escolar intensiva. Hoy traigo un artículo que se alinea con este mensaje. Primero hablaré brevemente del tema y luego analizaré el texto en sí. No esperen objetividad en este redactado.
Una introducción
Llevo meses leyendo titulares sobre la jornada escolar. Sobre todo, en contra de la jornada continua o intensiva, que es el modelo que tenemos aquí en Andalucía.
He estado mucho tiempo sin leer nada al respecto porque para mí es un debate sin sentido. La pura lógica me dice que es mejor tener toda la jornada de una y luego disfrutar de la tarde, quien pueda.
He hablado con varias personas que tuvieron jornada escolar partida y me confirman esta afirmación. En su experiencia, las clases por la tarde resultan muy pesadas. Mis conclusiones a partir de estas conversaciones pueden ser tan válidas como cualquier otra.
La lógica también me dice que la escuela se ha convertido en la única opción para la conciliación familiar. El papel que nos solicitan a las escuelas es el de aparcaniños, que estén ahí una serie de horas mientras los padres trabajan en esas jornadas leoninas que les dejan baldados y sin ánimos para estar con sus niños.
Sin embargo, el debate está llegando hasta tal punto de crudeza que me he obligado a leer algún que otro artículo para comprobar si realmente la mejoría es tal.
No he encontrado argumentos educativos a favor de la jornada partida. Todos los artículos se centran en multitud de temas, pero no en la educación en sí.
El objetivo de la educación, que debería ser que los alumnos aprendan del mejor modo posible, pasa a un segundo plano cuando se trata del dinero de las empresas. Y la jornada continua supone una clara amenaza para los intereses de las mismas.
El artículo
Me han pasado un artículo de Xataka, cuyo titular ya deja claras sus intenciones: «Un agujero de 8.000 millones de euros para las familias: el precio de la jornada intensiva en los colegios».
Voy a analizarlo. Como digo en el titular, un análisis para nada tendencioso. No estoy aquí para dar argumentos bien estructurados, hay gente mucho mejor que yo para ello. Yo vengo aquí a echar bilis.
Empecemos:
[…] los profesores quieren implantarla permanentemente.
A lo mejor habría que escuchar a los profesores, que son quienes están con los niños, en lugar de a tanto «hesperto» que no ha pisado un aula en su vida. No sé, como concepto.
Sin embargo, un estudio realizado por el Centro de Políticas Económicas de la Escuela de Negocios Esade […]
Muy relacionado con la docencia y muy imparcial, sí. Seguro que sus conclusiones no están para nada alineadas con el poder económico.
[…] señala que esta compresión del horario de las escuelas perjudicaría a los menores y a sus familias, que perderían, en conjunto, unos 8.000 millones de euros al año […]
¡Oh, chorprecha! Lo están. Pasa por encimita de «los menores», que no se note para nada el sesgo, que no se note que son lo menos importante de todo el debate.
[…] al no poder seguir trabajando uno de sus miembros, en general las mujeres, después de las 14 horas, momento en el que los niños salen del colegio con este horario.
¡Anda, si nos ha salido feminista! ¿Y si pensamos en otras formas de conciliar además de aparcar a los niños en un colegio? Ah, no calla: eso no gustaría al Centro de Políticas Económicas de la Escuela de Negocios Esade, mejor hagamos como que esa opción no es siquiera posible y seguimos con el statu quo.
No hay razones educativas. Los expertos ya venían advirtiendo en los últimos meses que no hay razones educativas para implantar una jornada continua en los colegios, y que tan sólo se trataría de una mejora laboral para el profesorado.
Qué egoístas somos, que queremos mejorar nuestras condiciones laborales, ¿eh? Como está todo el mundo fastidiado, tenemos que estarlo nosotros también. Más, digo.
En vez de reclamar que mejoren las condiciones laborales del resto de trabajadores, peleemos mejor por empeorar la de los profesores. Muy lógico todo.
Por supuesto, que no falte el enlace a un artículo de El País Educación, que lleva meses haciendo una campaña activa contra la jornada escolar intensiva. El País, otro medio que no está para nada alineado con los poderes económicos. Será casualidad, claro.
¿Por qué no pongo el enlace? Porque el artículo está detrás de un muro de pago. ¡Anda, otra chorprecha!
De lo que sí hay evidencias sólidas, prosiguen, es de los beneficios que tiene en los niños pasar más tiempo en la escuela, tanto lectivo como no lectivo, en términos académico y socioemocionales […]
Traduzco: están mejor en la escuela que en casa. Qué triste, ¿no? (Este punto se lo dedico a Giorgiograppa).
[…] la jornada partida, con un almuerzo temprano y una pausa posterior, se adapta mejor a los biorritmos de los menores, lo que contribuye positivamente a su salud, su bienestar y sus ciclos de sueño.
¿Saben ustedes qué se adapta también a los biorritmos de los menores? Que tengan tiempo para estar con sus padres, salir a la calle y jugar. Me parece mejor opción que estar todo el santo día metidos en el colegio debido a que los padres no tienen un minuto para estar con ellos porque llegan reventados.
La jornada intensiva, además, supone que los progenitores tengan que encargarse de sus hijos tres horas antes, a las 14 horas, de lo que lo harían con un horario partido
Buah, ¡¡tres horas más con el niño!! ¿Pero para qué tenemos hijos, para criarlos nosotros? ¡Dónde va a parar!
E insisto: aquellos padres que de verdad quieren cuidar de sus hijos (quiero pensar que son la mayoría) no pueden hacerlo por las jornadas que imponen las empresas. Pero ese debate mejor no tenerlo.
Así, el informe apunta que la jornada intensiva en los colegios agrava la brecha de género tanto dentro de los hogares como entre ellos.
Lo dicho, feminismo para lo que les interesa. Qué crueles somos los profesores, que no pensamos en las mujeres.
Y encima adoctrinamos en feminismo. ¡Ah!, no, calla, que eso no viene ahora.
[…] las familias con más recursos pueden apuntar a sus hijos a actividades extraescolares para completar ese tiempo de escolarización […]
Otra chorprecha: eso ya ocurre. ¿Por qué? Porque la escuela es la única opción de conciliación familiar.
Es que me hacen repetirme. Yo no quiero, me obligan.
[…] las familias con más recursos pueden optar por inscribir a sus hijos en colegios concertados o privados, donde la jornada mayoritaria es la completa.
¿Por qué será? Hum… déjame pensar… ¡Espera! ¡A lo mejor es porque les interesa que esos padres paguen la mensualidad! Y para lograrlo, les conviene alinearse con los intereses del poder económico. ¿Qué cosas, eh?
En los públicos cada vez más se tiende a la intensiva, e incluso en algunas comunidades autónomas, como Andalucía, es la oficial.
Espérate, que como está el patio y si sale la derecha, lo de la jornada intensiva oficial no nos va a durar demasiado.
Dos cuestiones más
La primera.
A los profesores se nos exige inclusión. Atención a la diversidad. Humanidad con los alumnos. Más aprobados, menos exámenes, menos exigencia, menos tarea. Más humanidad.
Lo que veo yo aquí es falta de humanidad. El discurso educativo lleva años alineado con unos intereses que se alejan mucho del bien de los alumnos, y este es otro ejemplo más de entre muchos.
La segunda.
No sé a quién corresponde plantear este debate sobre la conciliación familiar, si a las empresas o al Estado. Pero, desde luego, que la escuela sea la única opción no me parece una situación deseable.
Los profesores estamos en el punto de mira en todos los sentidos. Se nos tiene por incompetentes, aburridos, vagos, adoctrinadores y toda una serie de adjetivos peyorativos, todos ellos promovidos por los medios de comunicación, porque es más fácil echarnos la culpa a los docentes de todos los males de esta sociedad en relación con los niños en lugar de plantear debates serios sobre cuestiones sociales importantes.
Nada nuevo bajo el sol, en realidad.
Me desahogué
Este ha sido mi análisis pausado, objetivo y para nada tendencioso de un artículo horrible. Gracias por leer.
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