La sociedad española cada vez es menos religiosa, pero hay algo propio de la religión que aún nos acompaña en nuestro día a día y que será muy difícil abandonar.
Las expresiones.
Es impresionante lo implantadas que están en nuestro lenguaje cotidiano. Yo no soy creyente y me es inevitable decir «por Dios», «Dios no lo quiera», «¡Santo Dios!», «¡Dios mío de mi vida!» «¡la Virgen!» y tantísimas otras.
Alguna vez he leído sobre expresiones con animales (qué curioso que normalmente sea para insultar a una mujer, ¿verdad?: «estás como una vaca»), pero no recuerdo haberme cruzado con nadie que reflexionara sobre este asunto.
Y es que las expresiones religiosas están tan arraigadas y tienen tanto carácter y (valga la redundancia) expresividad, que veo muy difícil apartarlas de nuestro día a día.
No sé si el tiempo me quitará la razón. Ya os contaré. O no.
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