Recuerdo muy bien mis tiempos del MSN Messenger. Por aquel entonces el correo electrónico era ese ente extraño en el que se recibían mensajes en cadena con muchísimas direcciones de correo (todas visibles) con un archivo de PowerPoint adjunto lleno de frases motivadoras o reflexivas. Lo más habitual era tener como mil mensajes sin leer.
Entonces llegó Gmail con su mensaje de que no había necesidad de borrar nada del correo electrónico. Claro, así ellos podían aprender de los usuarios. Fue por entonces cuando aprendí a organizar el correo, a partir de tantísimos artículos hablando de las bondades de las etiquetas en el servicio de Google. Yo sigo sin verle la ventaja a las etiquetas frente a las carpetas de toda la vida, pero ese es otro debate.
A día de hoy, cada vez que abro mi cliente de correo, mi prioridad es tener la Bandeja de entrada con los menos mensajes, dejar solo los imprescindibles o tenerla vacía.
La Bandeja de entrada, como su nombre indica, es donde aparecen los mensajes nuevos. No es para dejarlos ahí eternamente, como hacía en tiempos del Messenger. Hay que ordenar esa bandeja. El paradigma basado en el mundo real está anticuado, pero sigue siendo igual de válido. Ya no hay una bandeja real donde te van dejando los documentos que debes revisar, ahora son esos correos electrónicos. Se mantiene la necesidad de revisar.
En el momento de escribir estas líneas tengo 4 mensajes en la Bandeja de entrada. Uno que tengo que leer tranquilamente, otro que me sirve de recordatorio cada vez que abro el correo (a veces me es más útil así que programar uno de otro tipo) y dos con correcciones pendientes. Empecé a revisar la bandeja con 36 mensajes sin leer, acumulados de estos días.
He hablado muchas veces aquí de hacer limpieza digital. Contactos, archivos en el disco duro, cuentas en servicios web, y un largo etcétera. Pero si algo necesita esa revisión y limpieza, eso es el correo electrónico y la Bandeja de entrada.
El correo electrónico, mal que les pese a muchos, es el centro de nuestra actividad online. Lo usamos para comunicaciones en educación, en el trabajo, para registrarnos en internet, para todo. Más aún en estos tiempos extraños de pandemia y teletrabajo. Si queremos tener una vida digital ordenada, todo empieza por ordenar el correo.
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