Vivimos en una época en la que el pensamiento positivo simplón nos rodea y nos aprisiona.
Si no haces bachillerato es porque no quieres. La formación profesional es para tontos, porque los listos hacen bachillerato. Qué más da si en los dos años que dura el bachillerato se consigue un título que capacita para trabajar. Si uno no vale o no puede estudiar y se mete en un bachillerato y repite una vez cada curso, qué más da si en ese tiempo podría haber hecho un ciclo formativo de grado medio y otro superior, lo importante es tener el bachillerato, que es de listos. Y nadie quiere afrontar que uno, o el hijo de uno, no es listo.
Si no estudias o no trabajas es porque tú no quieres, porque no tienes la actitud adecuada, no has buscado lo suficiente o eres un vago que no quiere moverse de casa, da igual que en España haya el doble de paro que en el resto de Europa.
Si no estás feliz es porque no quieres. Es malo estar triste, y si lo estás tienes un problema, pero es un problema tuyo, no vayamos a aceptar que la depresión es una enfermedad.
El cáncer es una lucha, así que si te mueres es porque no has luchado lo suficiente contra la enfermedad.
El pensamiento positivo está muy bien si somos personas que podemos tirar adelante sin demasiadas dificultades, o con pocas dificultades, o con unas dificultades tales que, efectivamente, podamos hacerlo. Pero en otros casos, el positivismo lo que hace es crear frustración.
Hay mucha gente en este mundo cuya neurona no le permite comprender que hay tantas casuísticas como personas, y aún lo entienden menos si están absorbidos por este positivismo. En esta forma de pensar no entra que hay factores que no podemos controlar y que, en muchas ocasiones, conducen nuestra vida por más valor y más ganas que le pongamos a todo.
Esta ingenuidad o ceguera llega a cotas como la siguiente: delante mía le dijeron a una persona, que no puede tirar de su cuerpo por los dolores que sufre, que al día siguiente fuera al médico, le mirara a los ojos y le dijera que le quitaras los dolores. Me imagino la situación: «¿Y qué te crees que llevo intentando los últimos años?», respondería el médico, reprimiendo su enfado, «¿rascarme la barriga?». También le dijo que leyera un libro: El secreto, claro.
Os resumo el libro, y no lo he leído. Lo único importante en esta vida es tener una actitud positiva, porque esta actitud crea oportunidades y es la única forma de tener las riendas de nuestra vida. Qué más da todo lo demás. Los responsables de lo que pase en nuestra vida somos nosotros, y si no nos va bien, la culpa es solo nuestra.
Ser positivo no te hace más inteligente, ser positivo no te quita dolores, ser positivo no hace que haya más posibilidades de empleo, ser positivo no cura un cáncer. Debemos aceptarlo y no restregar en la cara a quien no puede que no aprovecha sus oportunidades o seguiremos creando una frustración totalmente innecesaria pero muy difícil de sobrellevar para quien padezca esa casuística que no comprendemos.
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