Cualquiera que esté medianamente informado sobre el mundo del cine sabrá que este medio hace uso de cualquier otro arte para nutrirse de historias: cómics (véase la avalancha de películas de superhéroes que lleva con nosotros una década), libros (los best-sellers juveniles y adultos hay adaptados al cine se pueden contar por docenas), vidas de personajes y, de vez en cuando, el teatro.
El teatro se puede llevar a la pantalla de diferentes maneras: o bien haciendo una grabación profesional de una obra, en un teatro, o bien adaptando la historia para hacer una película, específicamente. De eso os vengo a hablar hoy: de dos comedias adaptadas a la pantalla grande con tanto mimo que son una verdadera delicia de ver.
Hace un tiempo fui al cine a ver Toc toc, una película española que me pareció absolutamente genial sobre unos enfermos que padecen TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) y que se ven obligados a convivir en la sala de espera de un prestigioso psicólogo.
La película adapta una obra de teatro del mismo título, y es algo que se nota. Pocos personajes, una única estancia como escenario de buena parte de la película y la total importancia que tienen la actuación de los personajes y el escenario son algunos de ellos.
Todos estos elementos me hicieron recordar la deliciosa La cena de los idiotas, una película francesa de 1998, otra comedia adaptada del teatro. En este caso hay personas que organizan unas cenas donde invitan a idiotas para dejarlos hablar y reírse de sus estrambóticas aficiones, pero uno de los organizadores se lesiona la espalda, no puede ir, el idiota va a su casa y revoluciona su vida en una noche.
Las similitudes son muy claras: seis o siete personajes que son presentados para pasar rápidamente al escenario principal donde ocurre todo, unas actuaciones que llevan absolutamente todo el peso de la película, y una trama sencilla, llena de equívocos en el caso de La noche de los idiotas y de los trastornos de los personajes en Toc toc.
Otra adaptación de teatro, más conocida incluso que las dos películas que he tratado aquí, es Doce hombres sin piedad. Aunque tiene sus diferencias por ser un drama, también podemos apreciar los elementos de los que he hablado.
Me parece muy de agradecer que se hagan estas adaptaciones del teatro a la gran pantalla para poder ver obras que, de otro modo, quizá sería imposible. Yo tengo muy cerca algunos teatros, pero mi calendario me impide ir todo lo que me gustaría. Cuando se trata de adaptaciones con tanto mimo como estas dos, (aunque la experiencia nunca va a ser comparable a verlo en el escenario) es todo un placer.
Si conocéis alguna adaptación de teatro al cine que merezca la pena conocer, no dudéis en decírmelo en los comentarios, a ver si nos podemos quedar con unos cuantos títulos para disfrutar de estas historias en nuestras pantallas. Si la adaptación es igual de buena que las tratadas aquí, merecerá la pena, seguro.
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