Tarjeta de tren

Me encuentro rellenando un formulario para pedir una nueva tarjeta donde se registrará mi discapacidad. Esta nueva tarjeta viene a sustituir o engullir a un cartoncito anónimo solo identificable con un numerito. Mientras que hasta ahora sacar billete consistía en elegir una opción y teclear el número de la tarjeta, ahora la nueva tendrá mi nombre, mi apellido y mi foto.

En estos tiempos de espionaje, lo que me ha venido a la mente es que otra empresa más me conocerá, me tendrá fichado, sabrá cuánto cojo el tren y a qué destinos voy. Unos datos que, supongo, usará de variadas maneras.

¿La alternativa? Resistirme a este cambio y sacar el billete de manera anónima como hasta ahora, pero pagando mucho más. Para una persona que coge bastante el tren, trabajador medio, no es opción puesto que, como digo, el privilegio en el transporte me viene por mi condición de discapacitado.

Unas herramientas que nos proporcionan comodidad y facilidad y que nos espían o anonimato, incomodidad y, en este caso, mayor precio. La dicotomía de nuestros tiempos.

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