Una vez, en la facultad, mi profesor de literatura hispanoamericana dijo que quienes estudiamos literatura española tenemos un gran problema, y es que leemos y consideramos nuestra literatura sin compararla con las de otros lugares, casi ni siquiera con quienes compartimos lengua.
Y es cierto. Lo vi como alumno y lo veo como profesor.
¿Cómo puedo valorar en su justa medida La Regenta sin haber leído realismo de otros lugares? Ahí tenemos el célebre realismo ruso. ¿Cómo valorar obras románticas españolas sin conocer Werther? ¿Cómo entender o disfrutar mínimamente Tiempo de silencio sin conocer algo sobre las innovaciones en la prosa que vino de Estados Unidos?
Como dije con el tema de las escritoras, totalmente aisladas del currículum oficial, queda de nuevo en la mano del docente preocupado hacer siquiera alguna pequeña relación a literaturas de otros lugares. Y no solo a la literatura: también a otras artes. Porque es mucho más fácil entender las diferencias entre el Renacimiento y el Barroco viendo esculturas italianas. Aún no he encontrado ningún libro que relacione la literatura con nada, sí alguno que habla de autores extranjeros, pero de manera muy inconexa.
Cada vez tengo más claro que quienes nos dedicamos a enseñar deberíamos tener un tiempo exclusivo para la formación, dentro del horario. Para buscar nuevas actividades, nuevas metodologías y para leer literaturas de otros lugares.
Se nos dice que los alumnos son ciudadanos del mundo y no somos capaces de levantar la mirada de nuestro ombligo ni siquiera para hablar de arte.
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