Hay una cosa que me llama mucho la atención. De un tiempo a esta parte tenemos internet en todas partes. Y no me refiero ya a que todos tengamos un smartphone permanentemente conectado, ni a eso que llaman el internet de las cosas. Me refiero a que aparece en las noticias, en las series, en artículos de opinión, en vallas publicitarias y en todas partes.
En todas partes vemos el símbolo de Twitter y de Facebook. En todas partes vemos un hashtag para que la gente participe. Los youtubers, que son el nuevo Sálvame para adolescente, usan mucho las redes sociales para interactuar con sus seguidores y estos para enterarse de cada mínimo detalle de su vida que compartan. Incluso en prensa.
Hace poco tuve que buscar un artículo para que mis alumnos lo comentaran y, navegando en la sección de opinión de cierto periódico muy conocido de tirada nacional, encontraba que prácticamente dos de cada cinco artículos trataban de algún tema relacionado con la red. Ya sea la dependencia hacia el smartphone, hacia los datos, hacia una red o hacia lo que sea. O, como mínimo, una mención a algo de esto.
No sé si será por mi reciente aislamiento voluntario, pero me da la impresión de que estamos llegando a un momento de sobresaturación y que esto va a estallar pronto. Bien es cierto que yo pasé mi adolescencia conectado al messenger, pero mientras que entonces era algo de chavales, el impacto que internet tiene en nuestras vidas ahora es algo global. Desde 2011 gran parte de la sociedad anda con un teléfono conectado a sus redes.
No soy pitoniso (y si lo fuera, mi bola de cristal estaría rota) ni un tolomato (evidentemente esto va a durar mucho más tiempo, si es que alguna vez acaba), pero es fuerte mi impresión de que este auge de todo lo relacionado con la red va a relajarse pronto.
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