Tradicionalmente la escuela es un espacio tremendamente individualista. El profesor entra en clase, cierra la puerta de su aula, imparte su lección, cada alumno tiene que realizar su ejercicio y su examen y el profesor los corrige. Esto todavía es así en gran medida, pero poco a poco la colaboración se abre paso en la educación, una colaboración en diferentes frentes. El objetivo es lograr un aula abierta al mundo, a otras materias, y un ambiente más abierto también dentro del aula, donde cada alumno se sienta parte de algo más grande.

Esta entrada es una divagación idealista sin aplicación práctica que simplemente me apetecía escribir, quizá para visualizar el punto al que me gustaría que llegaran mis clases.

Colaboración entre profesores

Organizar actividades complementarias y extraescolares con otros departamentos para aprovechar al máximo una salida y para diversificar el aprendizaje, programar una tarea conjunta que abarque tres o cuatro áreas… Hasta hace poco la colaboración se limitaba a compartir material, experiencias y recursos, pero poco a poco la interdisciplinariedad se abre paso en los centros. Y es algo buenísimo porque el conocimiento no se puede dividir en departamentos estanco, es imprescindible hacer ver a los alumnos que una persona completa necesita y usa todo lo aprendido en un momento u otro.

Colaboración entre alumnos

Los trabajos en grupo son más fáciles de hacer. Sin prescindir del trabajo individual o los exámenes (hay que poner una nota a cada alumno), los trabajos en grupo no solo nos permiten determinar el grado de conocimiento de los alumnos sino también su interacción, su implicación y, según el caso, sus habilidades creativas y de gestión de tareas. Hay trabajos que piden pocos miembros, otros que pueden abrirse a más; esta colaboración puede ser simplemente prestar ayuda al compañero de al lado o de atrás para resolver algún problema de clase. Los alumnos están seis horas en la clase, no podemos pretender que estén una hora completa pendiente del profesor sin interactuar entre ellos, a pesar de que haya clases más farragosas donde esto sigue siendo necesario.

Colaboración entre profesores y alumnos

«El examen es este día y punto. El trabajo consiste en esto y no hay negociación posible. Yo poseo el saber y vosotros no». Resulta tremendamente sencillo entrar en esta dinámica por la posición predominante que tiene el profesor en el aula, sensación que aumenta con la disposición física del aula (profesor delante, a veces incluso hay tarima). Sin embargo, es tremendamente divertido dejarse llevar por los alumnos, abrirse a sus ideas, gustos y necesidades, abrir la rígida programación para dar respuesta a su genialidad. Después de todo, como me gusta decir, estamos ante grandes personas en potencia.

Colaboración entre profesores y familias

La familia en casa, los profesores en el centro. Para algunos padres la escuela es literalmente una guardería donde sus hijos están recogidos durante unas horas de tranquilidad. Hay que cambiar eso y hacer partícipes (hasta cierto punto) a las familias en la educación académica de los alumnos, que también es educación. Hay iniciativas realmente interesantes en este sentido que van más allá de la posible visión de invasión del espacio del profesor: familiares que van a leer al aula, a contar historias, a dinamizar una hora de estudio… Más que invasores pueden ser una verdadera ayuda para los profesores si se enfoca bien y las familias se implican.

Tecnología, nuevas metodologías y mucho más

Hay iniciativas que, bien aplicadas, pueden revolucionar totalmente las aulas. Aprendizaje por proyectos, la clase al revés, evaluar con rúbricas, integrar la tecnología como una herramienta útil y no como un mero sustituto del papel… Hay tantas y tantas posibilidades que cualquier profesor con ganas temblaría de la emoción ante el prometedor futuro que se nos viene.