Hace unos días estuve un buen rato en Twitter siguiendo el rastro a un suceso particular. El desencadenante del hecho es lo que se muestra en la imagen inferior (desarrollado en el cuerpo de la entrada).
Mi intención con esta entrada no es desprestigiar al señor Javier Jorge (el lector puede sacar sus propias conclusiones si mira sus mensajes), pero tampoco me cortaré con mis opiniones. Lo que pretendo es reflexionar un poco sobre el asunto y extraer unas cuantas conclusiones.
Apreciaciones previas
Antes de explicar con detalle qué sucedió, es importante conocer un par de detalles. Por una parte, los invidentes suelen ser usuarios de iPhone por su buena implementación de la accesibilidad (no he visto a ningún ciego con Android por este motivo). Por otra, la autora compró el libro en Amazon, y estos libros, que tienen su correspondiente DRM, solo se pueden leer desde la aplicación oficial y con la voz predeterminada del teléfono, que no es demasiado agradable para leer literatura.
El caso en sí
Marta Estrada compra el libro de Javier Jorge, libro que solo se encuentra disponible en papel y en Amazon. La escritora, por comodidad, lo compra en Amazon. Después de pagar por el libro y de leerlo con una voz horrible, con toda su buena fe, le pregunta al autor que si tiene el libro en otro formato (DOC, RTF…) para leerlo más cómodamente en el futuro. Ante su negativa y dado que ya ha contribuido económicamente, la escritora le dice que ya lo buscará por otros medios (alguien que lo haya escaneado). Ante esto, el escritor menciona a la policía en Twitter. Dice que le roban su obra. Pregunta que si tener minusvalía exime del cumplimiento de las leyes y otros desatinos por el estilo.
Para este señor, escanear un libro para leerlo cómodamente es robar. Ya ni siquiera compartirlo en la red, cosa que la escritora no menciona en ningún momento: tan solo descargar una copia que viene de un escaneado después de haber pagado por su propia copia.
Desconocimiento
Este autor presenta, en primer lugar, una gran ignorancia ante las leyes de propiedad intelectual, ya que dicha ley permite la copia privada y modificar como se quiera el formato de dicha copia, con tal de que no se venda después. Por otro lado, parece que el autor también ignora que no es lícito reproducir en público una conversación privada, como es el caso (la imagen que encabeza esta entrada es un tuit público de este señor).
La escritora podría eliminar el DRM del libro para conservarlo si quiere, mientras no lo comparta y, según dicen algunos mensajes que participan en la conversación, si lo comparte para que otros ciegos se beneficien, sí sería legal. Ni se roba a nadie ni es delito, sobre todo, recuerdo, habiendo pagado por una copia.
Ignora también las peripecias que tienen que hacer los ciegos para acceder a la lectura. Los audiolibros son muy pocos en español y normalmente están desfasados, las asociaciones no tienen las últimas novedades, menos aún en esta época de autopublicación, como es el caso. Y si el invidente quiere escanear un libro para su uso personal, tiene que invertir una gran cantidad de dinero para conseguir el equipo adecuado. Los libros electrónicos, si no llevan restricción, son un medio formidable para ayudar a los lectores, sin más.
Pero lo más grave es que presenta una gran intolerancia y nula empatía. Piensa en su beneficio antes que en la diversidad de sus lectores, no se pone en el lugar de la otra persona (hacedme caso, es perfectamente normal que esta mujer quiera leer el libro con otra voz si la que trae el iPhone es Mónica, lástima que no encuentro ejemplos). Dicho brevemente, denuncia que una lectora pueda leer su libro, lo cual resulta ridículo, primero como escritor y después como persona. Pensaba que esto era un mal de autores de renombre, pero parece que no.
Aspectos tecnológicos
Aparte de las consideraciones humanas, extraigo dos consideraciones tecnológicas de este lamentable capítulo.
La primera es el daño que hace a la sociedad el DRM, que solo sirve para cerrar puertas. No poner DRM a un libro electrónico facilita la labor a todos los lectores, especialmente a aquellos que tienen menos facilidades para interactuar con la tecnología, puesto que se puede leer en cualquier aplicación y adaptarlo a las necesidades propias (ponerle otra voz o cambiar opciones de lectura que no estén en la aplicación específica, como es el caso de Kindle).
La segunda, también muy conocida, es que Twitter no sirve para tratar asuntos serios. Si veis el galimatías que hay con gente intentado opinar y que no encuentra el principio de la conversación me daréis la razón.
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